Palabras del director de TRILCE, poeta Omar Lara
SRA. ADRIANA VALDÉS, PRESIDENTA, SEÑORAS Y SEÑORES DE LA ACADEMIA CHILENA DE LA LENGUA, SRA. GALARDONADA Y SRES. GALARDONADOS
Alguien hablaba de revistas y cuando se refirió a TRILCE la definió como la más invisible de las revistas literarias chilenas. Respondí a su ironía diciéndole que había olvidado algo: fundada y dirigida por el poeta más invisible de Chile.
Recuerdo un festival en México, en Nueva León y una velada consagrada al recuerdo de revistas de poesía que circulaban en los años sesenta y setenta. Estaban la mexicana El corno emplumado, para mí la madre de las revistas de poesía del continente, como se lo dije después a la gran poeta y amiga muy querida Margaret Randall, una de sus fundadoras, El techo de la ballena, de Venezuela, Piélago, del Perú, la cubana El caimán barbudo, El barrilete, que fundó en Argentina el entrañable poeta y amigo Roberto Jorge Santoro, detenido desaparecido desde 1977, Pucuna y La bufanda del sol, de los hermanos ecuatorianos. Grandes revistas, como en Chile Arúspice, liderada por Jaime Quezada y Silverio Muñoz y Tebaida, bajo las fina conducción de Alicia Galaz y Oliver Welden.
Tiempos de revistas y de una rica, poderosa y fluida comunicación. Lejos de mails, facebook, whatsapps. Sabíamos de nosotros al minuto y leíamos los libros recién salidos del horno argentino, del horno peruano, del horno ecuatoriano, del horno cuabano. Tiempo de revistas. Incluso nuestra generación o como se le llame: de los sesenta, diezmada, de la diáspora, también fue bautizada como la promoción de las revistas o Grupo de grupos. Me parece que fue Floridor Pérez, siempre tan ocurrente.
Hablaba de México y de las revistas de poesía. Yo llevaba fresco un
número dedicado a los 45 años de Trilce. 45 años, pensé, eso es mucho tiempo. Y en ese mismo minuto decidí que sería el último, el final, el número del adiós. Así lo dije. Hablé de lo “extraño”, de lo “poco natural”, llegué incluso a pronunciar la palabra “obsceno”. Una revista, dije y me dije, no puede vivir tanto tiempo, no está bien.
Eso decidí. Y cuando llegué al hotel, lo primero que hice fue recordarle a Juan A. Epple que los estudios para el número dedicado a Juan Gelman se estaban atrasando demasiado.
Vivimos en una constante contradicción, dice el poeta rumano Marin Sorescu.
Ahora mismo, mientras escuchaba al maestro Mario Rodríguez, decidí que el nr. 40 de la tercera época, de reciente edición, sí será el nr. del adiós. 55 años es mucho para una revista de poesía. No es bueno, no es natural. Pero no puedo irme sin recordarle a Jorge Boccanera, Xavier Oquendo, Marco Martos, Virgilio López Lemus, Naín Nómez, Edson Faúndez, Marco Antonio Campos, que los estudios sobre poesía de vanguardia hispanoamericana para el número 41, deben estar en mis manos antes del 30 de octubre.
Vivimos, pues, en una constante contradicción. Y eso que somos una revista y un poeta invisibles.
Hablando de contradicciones, diré último lo que es ineludiblemente primero: mi gratitud onda y conmovida para la Academia de la Lengua, a su presidenta sra. Adriana Valdés, a la comisión que nos evaluó, nos distinguió y nos situó, por un momento, junto a nuestro padre fundador, don Alonso de Ercilla.
Al maestro Mario Rodríguez, que siempre es y está. Hoy, por sus lúcidas y generosas palabras.
A los amigos de Trilce, sin los cuales no estaríamos hoy aquí.
A quienes, desde fuera de esta sala, nos ven y nos escuchan.
¡GRACIAS A TODOS!