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NIGHTCRAWLER

Opera prima de este cineasta estadounidense, guion sobresaliente, no sólo es una portentosa crítica al periodismo actual, que pone énfasis en la sangre y la violencia, más que a la noticia en sí misma. A esta hebra usual de las películas acerca del cuarto poder, Gilroy le da un giro muy original, centrándose en un desempleado, maniático de Internet, que intenta triunfar a toda costa desde abajo. Louis Bloom (insuperable Jake Gyllenhaal) se tropieza accidentalmente con un cazador de noticias y decide copiar sus tácticas y emprender su propio negocio. Obsesivo, ha seguido un curso de marketing por correspondencia al que le incrusta frases de auto-ayuda. Inmediatamente se da cuenta que no siente escrúpulos por mostrar sangre ni cuerpos mutilados. Contrata a un ayudante por unos miserables dólares y sobrepasa los límites de velocidad. Intercepta las emisiones de radio de la policía e intentan llegar primeros al lugar de crímenes y accidentes. Lo interesante: Bloom es un psicópata de verdad, analiza todo cerebralmente, pero no empatiza con otros seres humanos. Entiende el poder de negociación como arma, incluso en la búsqueda de pareja, apuntando los dardos a una ambiciosa productora de televisión, mujer mayor que va cediendo poco a poco a la despiadada mente de Bloom. La película es una seguidilla de hechos policiales, más o menos peligrosos, hasta que en una oportunidad graba un triple asesinato antes que llegue la policía, irrumpiendo en la casa para supuestamente ayudar. Presenta las imágenes en la cadena televisiva y la audiencia se eleva por las nubes, pero Bloom oculta la identidad de los asesinos para perseguirlos y desarrollar su propia noticia. El espectador se espanta de la sangre fría, aunque Bloom vuelve a sorprendernos. Su empleado comienza a chantajearlo y Bloom lo involucra en fuego cruzado, hace que lo maten y luego filma su muerte. Existen psicópatas que se mezclan en la sociedad y hacen su trabajo. Hannibal Lecter era de otro tipo, de esos que no reprimen sus impulsos, pero lo que distingue a la conducta psicópata es que no sienten culpa. Bloom tampoco reprime sus impulsos, aunque ha encontrado en la prensa roja un vehículo que le permite destacar del resto, sin remordimientos por montar una imagen o incluso encausar una historia según sus parámetros. Se convierte en un fabricante de noticias que no tiene problemas con dar falsos testimonios a la policía. El guion de Gilroy es hábil en atar cabos: medios televisivos sin reservas morales, marketing por correspondencia, una pizca de auto-ayuda, básicamente medios de manipulación al alcance de una mente brillante e inescrupulosa. Mérito del director: mostrarnos la historia de un ser insignificante que, en virtud de sus rasgos psicológicos, logra activar esta perfecta bomba de tiempo en que se ha convertido nuestra sociedad.

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