Matías Rafide
Por Wellington Rojas
He aquí un libro con características no comunes. Se trata de una rareza bibliográfica pero también es producto de una visionaria, a la vez que titánica, labor emprendida por un poeta de oficio, amén de catedrático y ensayista de nota. Su nombre no necesita mayores presentaciones. Solo diremos que de su fecunda pluma salieron decenas de títulos entre poemarios, ensayos, antologías y estudios didácticos. Entre tales piezas cabe mencionar, por ejemplo, Poetas españoles contemporáneos y La ovela hispanoamericana actual. Se trata de Matías Rafide (1926-2020), autor de Doce poetas chilenos de origen árabe (1993), libro que es producto de su laboriosa misión como agregado cultural de la embajada de Chile en El Cairo durante la administración de don Patricio Aylwin Azócar.
Publicada en la Colección Dos Mundos y editada en la capital egipcia, la obra de Rafide constituye el primer intento serio por dar a conocer en Egipto y demás naciones del Medio Oriente una muestra de la producción poética de ascendientes de origen árabe. Muchos notarán algunas ausencias; otros opinarán que hay nombres que no debieran figurar aquí, pero lo primordial es que el propio Antonio gador aclara el proceso selectivo de los antologados: “En cuanto a la selección de los poemas, el trabajo ha sido arduo y complejo, porque hemos debido proceder de acuerdo con el traductor, quien ha evaluado en cada circunstancia las mejores posibilidades de su traducción al árabe”.
El primer poeta incluido es Salvador Yanine, quien en los versos de Candil del alma nos dice: “Soy viajero incansable de locas latitudes, / de vastos horizontes y misteriosos mares. / Mi corazón es puerto donde atracan las penas / y mis ojos dos faros mirando las distancias”.
Del recordado maestro y poeta Andrés Sabella leemos Infancia de papá, que forma parte de su libro La luna redonda: “Lo invitaban las campanas a jugar con ellas / vestido de payaso cruzaba el cielo de Jerusalén, / besaba la mejilla de sus amiguitas / y, confundido en un rebaño de sones, / seguía hacia las nubes”.
Una voz de relieve en nuestra poesía es la de Mahfud Massís, antologado aquí con tres poemas. En uno de ellos nos dice: “Al pie de esta cordillera despiadada y blanca / yo, Mahfud Massís, cuajo de Palestina en el continente americano / habitante del tercer mundo, del tercer ojo, de esta luna vacía, / alzo mi voz como un potro contra el firmamento oscuro”. Del antologador leemos su poema No sé si soy mi antepasado planetario, en el cual nos manifiesta: “Hijos del sol y la noche volverán desde el silencio. / Idénticas sombras descolgarán balcones argonautas. / Paisajes familiares transgreden la memoria. / Un mismo hombre esboza antiguos gestos. / No sé si soy mi antepasado planetario o un nuevo y solitario transeúnte”.
Con el poema Incógnita, nos adentramos el la poemática de Naíbn Nómez, el que inicia sus versos con una interrogante: “¿Y qué hago yo colgado de aquella ala de la tiniebla? / Me declaro sorprendido de este vuelo metafísico atrapado por el ojo de la medusa. / Las ciudades estallan como un charco en el cielo / y en medio de la vida nos hacemos coágulos de asombro”. Toda una cosmovisión de tiempos ya idos se reúnen en retrospectiva de Theodoro Elssaca: “Pasó la infancia veloz, / dejando un túnel al que recorro algunas veces para cicatrizar heridas”. Vocablos pletóricos de amor sublime y terrenal son los que nos entrega Jaime Hales Dib: “Supe que te amaba con la punta de los dedos, / tocando, midiendo, sabiendo que más allá del tiempo y de la noche / están el amor y tu palabra”. Otros poetas antologados son: Emilio Mohor, Olga Loas, Farid Metuaza, Luis Zaror y Farid Hidd.
Bellas páginas publicadas con pulcritud y esmero, las que nos demuestran una faceta más de un verdadero artífice de nuestras letras, como lo es Matías Rafide.
Fotografía: Matías Rafide retratado por Jorge Aravena Llanca.