Magallanes (2015)
No es una cinta cualquiera que aborda los conflictos internos de víctimas y victimarios. Los personajes esbozan las distintas realidades surgidas de los enfrentamientos entre los agentes del Estado peruano y Sendero Luminoso. No se centra en el grupo guerrillero sino más bien en los abusos cometidos por la milicia contra ciudadanos inocentes. De un lado tenemos al coronel Avelino Rivero, que viola sistemáticamente a una muchacha (Celina) de origen indígena de unos doce años de edad. Harvey Magallanes es aquel que obedece órdenes y le entrega a la muchacha, pero también será quien la ayude a escapar un año después. El mérito de este último personaje es haber sido construido en base a una moral dudosa: en un momento obedece órdenes, en otro las ignora. Veinticinco años después Magallanes maneja un taxi que casualmente es abordado por Celina. Nuevamente reaparece la moral inestable del protagonista: primero intenta extorsionar al hijo del coronel (hacer pública la historia de su padre) para su provecho personal, pero más adelante el fruto monetario del secuestro del hijo del coronel será íntegramente para Celina. La culpa es lo que acaba guiando las acciones de Magallanes (él también se acostó con ella como condición para ayudarla a escapar), mientras que Celina sólo quiere olvidar ese oprobioso incidente. Muy lograda la escena en que Celina apenas puede respirar y sube a los cerros a gritar y desahogarse, en medio de una oscuridad cómplice. Celina es la verdadera víctima del film, no tiene fuerzas para vengarse e incluso rechaza el dinero. Para ella es un recordatorio de algo que la marcó para siempre. En quechua increpa al hijo del coronel, dando a entender que su daño no tiene reparación posible. No entendemos la lengua, pero Celina descarga su orgullo e impotencia y, como espectadores, asistimos a un momento de profundo dramatismo.