José Miguel Varas
Nació y murió en Santiago (1928-2011), hijo de José Miguel Varas Calvo, un coronel de ejército y escritor y de Elvira Morel Hesketh fue el mayor de cuatro hijos del matrimonio. Varas estudio su secundaria en el Instituto Nacional en donde recibió el apoyo y amistad del bibliotecario y maestro Ernesto Boero Lillo. Fue en ese establecimiento donde comenzó su carrera literaria y periodística como creador del periódico El Culebrón. Al salir del colegio, luego de pasar un tiempo en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, decidió que su vocación era la de locutor radial y abandonó la carrera.
Militó en el Partido Comunista y estuvo preso brevemente durante el gobierno de González Videla. En 1952, entró a colaborar en el diario El Siglo, del cual fue posteriormente su director.
El cuento y la novela son su legado literario. En ellos hay entramados sutiles que, aunque temáticamente se instalan en lo local y con personajes populares o del mundo corriente, utilizaba técnicas que eran muchas veces de origen clásico.
En la crónica, Varas logró sintetizar lo literario con lo periodístico y nos dejó un registro indeleble de su tiempo.
José Miguel Varas pertenecía a ese grupo singular de hombres que traían a las páginas de los diarios o revistas en los que trabajaron una dosis de cultura inusual en nuestros días. Se podría decir, visto desde un ángulo evaluador del escritor, que practicó por adelantado eso que se ha dado en llamar “nuevo periodismo” o mejor, lo que habría que llamar “periodismo de autor”.
La preocupación por el estilo, la elaboración e intensidad de la prosa, la construcción sistemática de un universo histórico y cultural, la mirada sobre los seres que circulan por estas páginas, nos permiten afirmar que hay más en sus crónicas que lo que ofrece habitualmente el género.
La realidad, sin perder su carácter, se estructura literariamente, porque lo literario significa una potenciación, y sólo por medio de ésta se puede penetrar en la diversidad de lo que nos rodea y producir en la lectura vigor de significación.
Paralelamente, habría que señalar que José Miguel Varas se inscribió sin vacilación en esa tradición Latinoamericana que ha delegado en la persona del escritor la representación de los sectores más débiles en una sociedad civil inexistente.
Varas retrata con cariño a quienes, por habitar en el margen económico o político, estuvieron impedidos de expresarse en plenitud a través de las instituciones creadas por nuestros estados oligárquicos: pobres, estudiantes provincianos, mineros, sindicalistas, etc.
Su universalismo viene de ahí. Más allá de las geografías, lo que le importaba a José Miguel Varas era la condición humana, sus flaquezas y sus grandezas, sus sufrimientos y alegrías. Los personajes de sus abundantes cuentos, los hombres y mujeres que dibujó en su extensa obra de cronista, en todos ellos se nota la dedicación, acompañada de una calidez general de la mirada del escritor aún en los momentos duros donde parece imponerse la crueldad, la pequeñez, la represión.
Su tendencia a concentrarse en los personajes podemos vincularla con su voluntad inagotable por registrar Chile. Varas lleva a sus lectores por todo el país, recorre sus espacios de norte a sur, sube y baja por la escala social. Aun cuando es un escritor de mundo, su interés y su evidente amor por Chile son notables.
Finalmente, tenemos que reconocer el ingrediente humor que cruza toda su narrativa. Ese ingrediente, que puede ser ponzoñoso en la sátira o la parodia, es manejado por Varas con el respeto que hay que tenerle a las armas de fuego. En él, muchas veces el humor está ligado al cariño, a la afectuosidad con la que observa el mundo. No es que nuestro escritor elimine la crítica o no examine el dolor, pero, considerada en su conjunto, su literatura siempre guardará lo mejor para lo humano. Eso se le agradece, ahora que ha vuelto a la tierra quedan sus libros y sus palabras. Esquivando los dictados de la moda su obra se torna perdurable, a ella recurrirán las generaciones venideras para saber de nuestro tiempo y condición.
José Leandro Urbina
Octubre, 2021