Los escritores opinan

Genealogía del escritor

Lejos están los tiempos en que los escritores marcaban hitos en la historia del pensamiento. A mediados del siglo XX, llevaban la voz cantante en materia intelectual. Recuérdese las polémicas publicaciones francesas, cuando se discutía el valor y compromiso del escritor con su tiempo en las revistas más importantes publicadas en París. El escritor y filósofo francés, Jean Paul Sartre, escribía y cuestionaba incansablemente el oficio del escritor. ¿Por qué escribir? ¿Para qué escribir?¿ Para quién escribir? Eran preguntas que desvelaban al filósofo francés, quien se dio el lujo -como ningún otro escritor en el mundo-nada menos que de rechazar el Premio Nobel de Literatura que le otorgó la Academia sueca en 1964. A ese extremo llegaba su consecuencia ética. En nuestros días, por cierto, sería una fantasía imaginar a alguien rechazando semejante Premio.

En consecuencia, cabe preguntarse ahora por qué los escritores perdieron hegemonía intelectual, cuándo fueron destronados, o bien a qué hora vendieron su alma. Creo que es la pregunta que nos corresponde hacernos por estos días, en este nuevo siglo, porque es evidente que en el mundo actual la literatura no pesa lo mismo que ayer, y en ningún caso lleva al hombre a pensar, como constituía uno de sus  propósitos. La literatura es lo más importante del mundo, decía un entonces joven Mario Vargas Llosa en un mítico encuentro de escritores organizado por el poeta Gonzalo Rojas en Concepción, por allá a principio de los años 70, en plena revolución intelectual de los países latinoamericanos emergentes. Una frase que estremecía a la juventud de aquellos años, alucinados por la vehemencia de quien lo decía.

La posmodernidad que terminó con los grandes relatos podría ser una respuesta, y habría que darse a la tarea de la deconstrucción de tal afirmación. Sin embargo, me inclino más por la idea de que la literatura, y en particular la novela, pasó a ser sólo un entretenimiento, por sobre cualquier otro tópico, volviendo de alguna manera a sus orígenes, recuérdese las novelas de caballería aborrecidas por Cervantes, o los tiempos de la novela rosa. Hay que entretener a las grandes masas ociosas del mundo, a una población cada vez mayor de personas que en muchos casos, y en los países del Primer Mundo naturalmente, gozan de un bienestar nunca antes alcanzado. También está el Mercado, la Industria Editorial que corre por un camino paralelo, sin duda, pero ese es otro tema. El mercado funciona en relación a las necesidades que descubre en las masas, y crea sus nichos y fuentes de producción para cada nicho en particular. Por cierto, también es cómplice, porque impone las obras de los escritores que publica y publicita hasta conseguir su objetivo. Pero eso no libera a los escritores de su propia voluntad, de sus propios intereses, de su propia ética. Esa es la cuestión. Es posible que no encontremos una respuesta a la pregunta, pero eso no quiere decir que debamos renunciar a plantear la pregunta, sostiene Foucault en sus búsquedas genealógicas.

La institucionalización de la literatura a través de los llamados ministerios de cultura creados en este nuevo siglo que financian mediante becas y subsidios la creación artística, sujetando y manejando el quehacer del artista, también hace su parte. Volviendo a Foucault, de esta manera se generan políticas de exclusión, toda vez que institucionalizan el quehacer humano, o los diferentes grupos que componen una sociedad. Bien podríamos hablar también de marginación, porque suele ocurrir que bajo tales circunstancias, se deja afuera a los artistas que no apoyan al gobierno de turno, facultado en ese momento del Poder de otorgar tales subsidios. Eso está ocurriendo en Chile a vista y paciencia de nuestros ojos. Se trata de una estrategia tendiente a manejar el campo intelectual, y vaya si no lo consigue, poniendo en jaulas a los profetas de la historia.

“El apoyo estatal a la literatura es la forma estatalmente encubierta de la liquidación estatal de la literatura.”, postula el Premio Nobel húngaro Imre Kertész en su novela Liquidación. La afirmación no deja de ser impresionante, porque pone al descubierto una realidad que se está viviendo en todo el mundo, en todos los países donde la cultura se ha institucionalizado y donde los escritores han perdido completamente el norte, rendidos  ante los beneficios otorgados por dichas políticas de exclusión.

En consecuencia, sobre esta materia hay mucho que discutir, pero no discutimos nada, porque hemos sido excluidos por el sistema, condenados a la marginalidad y silencio. Para nadie es novedad la inexistencia de revistas de opinión en Chile, y de la hegemonía que todavía conserva la prensa tradicional en nuestro medio, con sus jueces y jurisconsultos. La culpa también es nuestra, sin duda. “La vida del arte -observa el sociólogo Schücking- no es tan diferente de la vida comercial como a primera vista parece. También en ella se logran con medios exteriores muchas cosas que el lector no podría sospechar…”

 

 

Miguel de Loyola – Junio de 2017

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