EN LA MUERTE DE PABLO DE ROKHA
Este tirón en el tendón de Aquiles
Esta punción en el nudo gordiano
Esta miserable compasión de mí mismo
Esta tristeza de mujer golpeada
Este aullido de perro muerto a bastonazos
Este raigón arrancado de raíz
Este discurso fúnebre para los periódicos
Esta nota necrológica de mi puño y letra
Este viejo bandoneón arrinconado
Este tango de la vieja guardia que no voy a bailar
Esta maroma chaplinesca
Esta frase para el bronce que debiera decir
Esta frase que no me atrevo a decir
Esta frase que tal vez nadie se atreva a decir nunca
Esta palabra de la que ya siento el desgajo
Esta sílaba cada vez más cortante
Esta simple vocal que me rebana la lengua
Este zurdazo de sordomudo no lo debo decir
No lo merezco
A él le tocó ser sentenciado, no a mí
Cogió el banquillo entre sus grandes manos
y lo arrojó a la cabeza de los jueces venales
¿Murió? Es lo que todos dicen. Vaya uno a saber
Como un profeta hebreo se internó en el desierto.
De Manuel Silva Acevedo
Diario Última Hora, 1968