ELLE (2016)
«Lust for Life», de Iggy Pop, música de fondo en una fiesta de lanzamiento de un nuevo videojuego. «Sabes, tengo pasión por vivir», podría interpretar a la dueña de la empresa, Michèle Leblanc (extraordinaria Isabelle Huppert), exitosa mujer de cincuenta años, elegante, dueña de la escena. Pero esa verdadera lujuria por la vida es comandada por su cerebro, hace lo que le place dejando al corazón de lado. Hija de un conocido psicópata que hace cuarenta años asesinó a una treintena de personas en un ritual de sangre y fuego, Michèle ha heredado la genética de su padre: no siente empatía por los otros, dirige su empresa de forma despótica, mientras su entorno cercano (hijo, ex marido, amante) lo componen seres tibios sin ambiciones. Al carecer de emociones convencionales, no le queda otro remedio que volcar destrucción, muerte y perversión en el diseño de esos videojuegos que más que juegos son su manera de generar adrenalina, debido a que las pulsiones más débiles simplemente no las experimenta. «Elle» funciona también como una reivindicación de la mujer fuerte, la matriarca que vela porque su familia viva sin sobresaltos. Es interesante el trastorno psicoafectivo de la protagonista, que ante una violación reacciona como si nada hubiera sucedido, simplemente porque jamás dejará que el violador o su acto infame tomen el control de su vida. El violador está casado con una devota católica que justifica su desgracia de manera ingenua e irracional. Michèle siente desprecio por la religión, de hecho, su padre católico fue un brutal asesino en serie. Pero pese a construir relaciones extrañas, muchas veces disfuncionales, esta mujer posee una actitud cáustica que recubre de humor negro y ese tono tiñe la narración en primerísima persona de la cinta de Verhoeven. Su inteligencia sin remordimientos atrae a sus pares femeninos, que incluso le perdonarán haberse acostado con sus maridos. Michèle Leblanc vive su vida acompañada sólo por su intelecto, entiende la diferencia entre el bien y el mal, aunque en verdad eso jamás le importará.