Escritor del Mes

ELLA ENTRÓ POR LA VENTANA DEL BAÑO

El escritor Pedro Lemebel escribió este cuento que fue muy comentado en su época, cuyo título es muy sugerente “Ella entró por la ventana del baño”. Es una ficción que pertenece al libro de cuentos Los Incontables (1986) y que fue narrada a partir de la imagen y visión de la memoria de su juventud en dictadura, en su barrio San Miguel y con sus amigos de la época.

“Ella entró por la ventana del baño” transíta aquí desde el formato de origen hacia la novela gráfica. La historia fue adaptada par guión poe Milan Boyarski e ilustrada por Ricardo Molina.

Este relato surge en un tiempo de mucha carencia en aquellos jóvenes cuyas vidas transcurrían entre el deambular en la calle y en la cancha de fútbol. En este contexto, las torres de alta tensión son precisas en la memoria visual de la dictadura: ellas expresaban el soporte de la resistencia en los márgenes.

La vida en el barrio fue compleja; no obstante había mucho que los unía, como el sentido de compartir colegios de la periferia, la misma municipalidad militarizada, lo doméstico familiar de reconocimiento de pertenencia generacional; los mismos sueños, los mismos miedos, el mismo deseo de liberación por medio de las prácticas de la lucha comunal, así como el despertar sexual de la patota, que se torna difícil y hasta violento.

Así, cuando se reunían a tramar la fogata para defender el territorio de los guanacos y zorrillos, el autor-escritor, que era parte de la misma experiencia, se tornaba hilarante, dando saltos e ideas de un lado a otro, juntando piedras.

La energía desplegada en esas noches de guerrillas comunales era febril de ira, lo que los convertía en una unidad inaudita, capaz de horadar el mundo en su manifiesta hidalguía comunitaria de saber quiénes eran ellos, lejos del centro metropolitano.

De allá venían, orgullosos de ser y hacerse en el camino lija de porvenir incierto, donde habían adquirido costumbre comunes, callejeando por los campamentos donde crecieron, en tomas, desde la cuneta peluseada en la talla pilla y oportuna, siempre riendo despreocupados, quizás para borrar el miedo de no lograr espacio, escuchando la canción de alguna radio que salía de la ventana: “súbanse al baile de los que sobran”.

Aquí es el cuento el que los pone de relieve, el que los expone en esese escenario que él nunca dejó de recordar, porque lo llevaba en su corazón.

Es su historia, la de Pedro, apenas alterada por la ficción que no logra borrar su fondo, los bajos fondos de unos jóvenes creciendo en medio de los años ochenta, en medio de la instalación económica neoliberal en Chile,  en que sus costos sociales, paupérrimos, se recibieron en los descentros con mayor impacto de pobreza.

Allí se ciernen los cimientos de su futura pluma a partir de una narración realista. No obstante, el sujeto signicante es el dibujo de una gata negra, “la Chola”, como si fuera delineada con tinta negra como dibujo chino, escrita con grafo a carbón negro y sugerida a partir de un cuento de Edgar Allan Poe como cita bajo una luna llena de fondo, por entre los techos sombríos en la oscuridad de la

Noche, dándonos pistas por medio de unos trazos zigzgueantes en la búsqueda de la forma.

Forma y fondo para despistar a un lector desprevenido de la información que deja con sus paletadas el escritor, como si fuera el preludio de una novela policial. “La Chola”, gata, no el gato de Beaudelaire, sino de carreteada, “la Chila” femenina, mina, golfa, anuncia los deseos sexuales jveniles del barrio, preanuncia la bárbara agresión a la muchacha deseada por toda la patota. En esos juegos inocentes, Pedro Lemebel devela ese machismo brutal y burlón de la camada juvenil de su barrio, cuando todos se tiran a “la Chola” al cable eléctrico de pura y dura violencia criminal en ciernes. “La Chola” es asesinada en esas noches de protesta violenta en la barriada periférica en las torres de alta tensión.

                                                                  Carmen Berenguer

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