ELIANA NAVARRO: LO PRÍSTINO Y SIMPLE
El poeta Oscar Hahn, en su reseña La originalidad de lo prístino y lo simple, sobre el poemario de Eliana Navarro La flor de la montaña, hace suyo lo que postula el poeta Eduardo Anguita, cuando, sobre este libro, le dice a la Editorial Universitaria: “Recomiendo vivamente su publicación, porque aquí no hay vanguardismos ni audacias, sino la originalidad de lo prístino y simple”. Porque Hahn comienza su reseña con un postulado radical: “La doctrina novecentista del arte por el arte fue reemplazada en el siglo XX por la doctrina de la innovación por la innovación” y a continuación las emprende contra las vanguardias que de puro rupturistas se sitúan en otro plano que el de la poesía como tal, esto es −aplicando el misterio de la poiesis−, la multivocidad de su expresión, la apertura en vez del canon, la intensidad en vez del puro experimento −la posibilidad de ser lenguaje del mundo, en suma.
No conozco toda la obra de Eliana Navarro, pero de lo que he leído, puedo decir que ella es, sin duda, una poeta que merece estar en un lugar destacado dentro de la Literatura chilena. La figura poderosa de Gabriela Mistral paradójicamente no permitió, en su momento, la presencia unánime de otras poetas chilenas, lo cual, sumado a que muchas de ellas eran más bien parcas en publicar, pasaron en varias ocasiones casi desapercibidas. Hoy, felizmente, se comienza a valorar y rescatar a las poetas de generaciones anteriores a los años setenta del recién pasado siglo, con toda la importancia que eso supone.
La poesía de Eliana Navarro tiene la fuerza y la intensidad de alguien que vive la poesía y la vida como un todo, de alguien que se ejercita en ese escuchar al lenguaje del mundo, y que sabe que el idioma de la poesía no sólo vehicula ese lenguaje, sino que lo crea y lo recrea como develación y como necesidad. Así nos dice, por ejemplo:
Un solo pensamiento es verdadero:
huir, no ser, retornar a la nada.
Poseer para siempre la hondura del silencio,
más allá del deseo y la palabra.
(de Preludios, in Antiguas voces llaman), en un dejarse llevar definitivamente por ese lenguaje “más allá del deseo y la palabra”, porque en ese desvanecerse en lo que hasta podríamos llamar lo primordial, en el sentido de eso que está siempre allí desde el nacimiento del mundo, hay un reconocimiento de que lo humano, demasiado humano se hace, a veces, insoportable. Hay, en la poeta, la intuición y la conciencia de esta tragedia que es el vivir −en el sentido nietzcheano−, esa pasión y ese dolor que ésta provoca, la necesidad del amor y el vértigo que este suele causar, como lo dice en este soneto:
Huyo mi ser. Como una odiada sombra,
huyo mi ardiente corazón vencido;
huyo mi soledad, mi rostro herido,
huyo mi voz rebelde que te nombra.
Tienden aún su clara, dulce alfombra,
el musgo gris y el césped florecido.
Pero en mi está la muerte, la he sentido,
la contemplo venir, y no me asombra.
Huyo mi ser. En esta loca huida,
quiero apagar tu grito, tu mirada;
mas, surge aún la llama estremecida:
a firme guerra y duelo me provoca,
hasta que al fin, llorosa, fatigada,
dejo tu beso arder sobre mi boca.
(de Huyo mi ser, in Antiguas voces llaman), aunque aquí, ese desvanecerse no sea propiamente en el mundo, en la naturaleza −siempre presente en la poesía de Eliana Navarro−, sino que en un regreso a la habitación del amor, a eso que en primera y última instancia lo define como tal, y que en toda su potencia afirmativa se hace parte de ese lenguaje del mundo del que ya se habló más arriba:
Estás en mí. Desde mis ojos miras
estas suaves colinas en que flota la niebla.
Ausencia. Soledad. Cae la tarde.
(de Lied, in Antiguas voces llaman), y no solamente como un recurso metafórico o de proyección o evocación extrahumana, tal como escribe en este poema, en un continuo mecerse en el Yo (humano) y en el Otro (la naturaleza), al mismo nivel ontológivo, por decirlo así:
¿A qué extraño paisaje se volvieron tus ojos?
Las araucarias mecen su perfume en el aire.
Baja por los senderos la ligera tropilla
y el aroma violento de madera cortada
vuelve a llenar el valle,
(de Elegía, in Antiguas voces llaman).
Hay mucho más que decir sobre la poesía de Eliana Navarro, que tiene esa cualidad innegable de lo que nos convoca en tanto poesía: un continuo asombro y descubrimiento −una génesis eterna. O para aprovecharme otra vez del poeta Oscar Hahn: “Una de las virtudes más preciadas del arte de la poesía es su posibilidad de variaciones infinitas y su amplitud para acoger diversas propuestas estéticas. Algunos poetas preferirían que hubiera un discurso único, dominante, ante el cual todos deberían rendirse: el discurso de ellos por supuesto. Pero la poesía dice otra cosa. Y una de las cosas que la poesía dice es “Eliana Navarro””.
Cristián Vila Riquelme
Algarrobito, mayo 2021