Comentario de Aníbal Ricci
El ensayo que se comenta a continuación contiene un análisis pormenorizado de las contribuciones de cada uno de los gobiernos de la Concertación (incluyendo la Nueva Mayoría) y de ambos períodos de Sebastián Piñera.
La posición del autor es muy nítida: luego de 40 años regidos por la Constitución de 1980, que ha sido una camisa de fuerza ante los cambios ocurridos en la sociedad en estas décadas, ha llegado el momento de terminar con la “subsidiariedad” del Estado, hacerlo crecer, no sólo para fiscalizar de mejor manera al mercado, sino además para fortalecer derechos sociales propios de un país que avanza hacia el desarrollo, en materias fundamentales como educación, salud y pensiones.
El mercado ya no es la respuesta, quizás lo fue para superar los altos niveles de pobreza heredados por la dictadura de Pinochet, pero a juicio del autor, insistir en profundizar el modelo solo traerá desigualdad y fundamenta que esa desigualdad sería la que provocó el estallido social de octubre de 2019.
Este libro constituye un verdadero oasis dentro del nulo análisis de los políticos que integran el actual Congreso. Hay un real esfuerzo por sistematizar los cambios ocurridos durante las últimas décadas y los intentos infructuosos de hacer ajustes a un modelo neoliberal que hace más de un decenio dejó de dar respuestas satisfactorias a una población que escaló en educación y en ingresos, pero a un costo enorme. Por un lado, la mayor parte del aumento del ingreso per cápita se debe al distanciamiento sistemático experimentado por el grupo más rico de la población y, por otro lado, es cierto que la población de menos ingresos accedió por primera vez a la educación universitaria, pero dejando a las nuevas familias endeudadas de por vida.
Al autor le preocupa mejorar la salud y las pensiones, pero considera fundamental que la sociedad chilena avance hacia una educación pública de calidad, principal derecho de la población para equilibrar la cancha y disminuir la brecha de desigualdad que el modelo neoliberal ha sido incapaz de subsanar.
J.I. Cárdenas destaca el intento del segundo gobierno de Bachelet para introducir cambios al modelo, en particular en el área de educación (también fue importante la instauración del Pilar Solidario dentro de su primer mandato).
Como lector, eso sí, hay que reconocer que el diagnóstico del segundo ciclo de Bachelet fue voluntarista y a juicio del experto en educación Mario Waissbluth “el orden de los factores sí alteraba el producto”. Debido a las presiones de las redes sociales (que encauzaban el malestar de la juventud a partir de la “revolución pingüina”), el gobierno no partió fortaleciendo la calidad de la educación primaria (los expertos lo señalaron en su momento) sino que insinuó que con políticas de inclusión bastaría para reposicionarla, y en cambio hizo hincapié en avanzar hacia la gratuidad universitaria.
También el lector podrá diferir que, a la luz de las reformas de Bachelet, los resultados en educación han devenido en un empeoramiento de la calidad (de acuerdo a los últimos SIMCE, especialmente en matemáticas), esto es, el hecho de no haber priorizado la educación básica y secundaria ha determinado un sistema educacional más segregado todavía, en donde se ha acentuado la peor educación de los colegios fiscales (parafraseando a Nicolás Eyzaguirre, “les quitaron los patines” a los liceos de excelencia académica y a los liceos bicentenario) impidiendo que los alumnos de la educación pública ingresaran a las mejores universidades, y por ende, la gratuidad universitaria respaldó en mayor medida a los alumnos de mejor educación que accedieron a la mayor parte de los recursos de la gratuidad. En resumen, las buenas intenciones del gobierno de Bachelet (que probablemente en el largo plazo sean deseables) fueron obnubiladas por un diagnóstico errado que hasta el momento ha profundizado la segregación del sistema. A su vez, la menor cuantía de recursos de las principales universidades del país (producto de la gratuidad universitaria) ha visto mermados sus esfuerzos en investigación científica, resultando en que las universidades chilenas mejor evaluadas han retrocedido en los rankings internacionales (una excepción la constituye la universidad privada Andrés Bello).
Un punto a destacar en el presente ensayo es el acucioso análisis del Crédito con Aval del Estado (CAE) y, en general, la oposición del autor a considerar a la educación como un negocio. Las instituciones financieras se han beneficiado en este aspecto, pero más grave, han profitado de fondos públicos para mantener un sistema (CAE) que a todas luces ha dado cabida a universidades públicas y privadas de dudosa calidad docente (esto se agrava con el hecho de que la gratuidad universitaria constituye un bono a la oferta a universidades que no cumplen requisitos de calidad: Universidad del Mar, U. del Pacífico, U. de la República). El fortalecimiento de estas universidades deficitarias contribuye a segregar aún más el sistema, debido a que los alumnos que se educaron en colegios municipalizados quedarán endeudados e incluso puede que sus universidades terminen no siendo viables o que ellas ofrezcan carreras para las que no exista demanda (Criminalística, de la UTEM).
El cuerpo central del ensayo J.I. Cárdenas lo dedica a explicar, de manera muy lúcida, los aspectos fundamentales que avalan en actual modelo neoliberal chileno. Dicho modelo se basa en las teorías “monetaristas” que proliferaron en un grupo de estudiantes chilenos que se formaron en la Universidad de Chicago. El modelo define que el Estado sólo debe intervenir en la política monetaria (fijar tasas) con el fin de contener la inflación (en Chile, este papel lo cumple el Banco Central, que es un organismo autónomo). Según la teoría monetaria, todos los mercados se autorregulan y alcanzan sus equilibrios en forma automática.
En los primeros años del siglo XXI, hemos sido testigos de que la “teoría monetarista” no ha dado respuestas y, tanto en Chile como en el resto del mundo, han surgido enérgicas políticas fiscales (obras públicas, transferencias directas a la población) para superar sendas crisis como la sub-prime (2008) y la pandemia del coronavirus (2020). En esas oportunidades, el Estado ha tenido que intervenir debido a la pérdida de millones de empleos, que traen consigo una merma de liquidez en los mercados, los que ya no se encuentran en equilibrio, sino sometidos a ventas reducidas, que desembocan en quiebras masivas de empresas.
A juicio del autor, el “modelo keynesiano” resulta más humano en su análisis: se preocupa de fortalecer el mercado primario del trabajo (más empleo, mejores sueldos). Mediante un equilibrio deseado de pleno empleo, permite que haya suficiente liquidez en la economía y, en caso de no estar en equilibrio, fortalece la recuperación de empleos mediante políticas fiscales agresivas. Para esto último, insiste J.I. Cárdenas, es fundamental tener un Estado fuerte que pueda intervenir en la economía de manera efectiva, no de forma “subsidiaria” al esfuerzo de los privados.
La Constitución de 1980 deja de manos atadas al Estado que, para intervenir en la economía, debe constar con el beneplácito de los privados (que no les interese participar en un determinado mercado), pero no sólo eso, sino que además la participación del Estado debe ser materia de ley a través del pronunciamiento del Congreso, que a su vez debe superar quórums calificados para su aprobación. Estos “candados” de la Constitución de 1980, prosigue el autor, hacen prácticamente imposible la intervención del Estado para solucionar problemas que al mercado no le interesan y que generalmente coinciden con materias que fomentan el bien común de la sociedad. Otra manera de expresarlo: si el mercado no puede aportar bienes públicos de calidad, entonces a la población sólo le cabe conformarse, debiendo soportar los abusos de las empresas privadas (monopolios, colusiones). Esto último es el germen que habría provocado el malestar social de octubre de 2019 y que tan lúcidamente detalla J.I. Cárdenas.
La parte final del ensayo, el autor se dedica a analizar los artículos de la Constitución en donde se institucionaliza el rol subsidiario del Estado, detallando el sinnúmero de candados de esta Carta Magna, que elevan la libertad de los privados por sobre el bien común de la sociedad.
Cabe destacar lo didáctico de este ensayo, en cuanto la descripción de la realidad nacional se despliega en un lenguaje ameno, sin complicaciones, procurando siempre que las definiciones sean precisas. El análisis es profundo, pero se han aterrizado los aspectos más técnicos, esto es, un texto al alcance del público no tan informado, pero que nunca abandona la rigurosidad.
Para J.I. Cárdenas, la redacción de una nueva Carta Fundamental, a partir del triunfo del “Apruebo” en el Plebiscito, es una oportunidad única dentro de nuestra vida republicana. Mediante el diálogo entre los constituyentes (el autor es optimista al respecto) se logrará plasmar en una nueva Constitución una idea del país que queremos heredarle a nuestros hijos.
Comentario de Aníbal Ricci