COMENTARIO DE MARCELA CABRERA POMMIEZ.
Académica e investigadora. Universidad de las Américas. Licenciada en Educación. Pontificia Universidad Católica de Chile. Magister en Lingüística. Universidad de Chile. Doctora en Filología y Letras. Universidad de Valladolid. España.
La pluma de Fernando de la Costa sigue activa o mejor dicho, activísima, como lo demuestra este nuevo libro, titulado sencillamente Passion, y que nos presenta una recopilación de poemas cuyo calor y color entibiarán estos fríos días de invierno que envuelven el hemisferio sur, tierra natal del autor y lugar donde se gestó la obra. Se estructura en cinco partes: “Génesis”, “Passion”, “Muerte”, “Resurrección” y “Bonus Track”. La primera, “Génesis”, es la más breve, pues contiene siete poemas, entre los cuales resulta especialmente interesante uno, titulado “Solo soy”, que constituye una presentación que el propio poeta hace de sí mismo. Se caracteriza como un ser libre y errante (“Sólo soy / la libertad del mar […] un cometa de paso / sobre / el pegaso del tiempo”), que en su recorrido por el mundo lleva como arma el don de la palabra (“Llevo dos espadas /también, / mi palabra / y / el gesto”) y se distingue por su espíritu soñador. Lo rescato en primer lugar porque es el único poema donde el poeta habla del poeta, desplazando otros temas que son comunes en su poesía, como veremos más adelante. Luego viene el capítulo más contundente, “Passion”, donde hay amor apasionado a raudales y un hablante lírico que se mueve en torno a una mujer, paseándose por diversos lugares del planeta: un ambiente marino (poema “Espuma”), por Cracovia (“Cuando tu cuerpo me abraza”) o por Ibiza (“Slodki”). La tercera parte, llamada “Muerte”, es paradojal, porque el título difiere del contenido de los poemas, en estos no hay una atmósfera lúgubre ni oscura, sino que destacan por el erotismo y la pasión, el entusiasmo del amor compartido y el viaje, siendo el capítulo más vital y sensual de la obra. Podemos decir, con toda propiedad, que en los poemas de “Muerte” Eros y Tánatos se encuentran, se abrazan y se hacen uno. La cuarta parte es “Resurrección” y de ella rescataré el trabajo con la intertextualidad que se aprecia en algunos poemas. Por ejemplo, en “Quizás el invierno” se menciona el mítico pueblo de Macondo, patrimonio de la narrativa de García Márquez; más adelante, el hablante lírico se atreve a contradecir al poeta español Antonio Machado, quien en 1912 publicó Campos de Castilla, dentro de la cual figura su conocido poema “Retrato”, que presenta una mirada nostálgica y retrospectiva que se inicia en la infancia y termina en el momento de abandonar este mundo. Me refiero al poema cuyos versos iniciales son los siguientes: “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, / y un huerto claro donde madura el limonero”. ¿Por qué Fernando de la Costa lo contradice? Primero, porque el poema del que hablamos se titula “No señor Machado”; segundo, porque en su mirada retrospectiva no hay patios ni ciudades ni andanzas de juventud, pues “Al volver la vista atrás / siempre me reencuentro / con ella”; es decir, para Fernando la mujer amada es el eje central, es quien ilumina el pasado, el presente y el futuro, el único gran tema, como veremos a continuación. Por último, la quinta parte, “Bonus track”, es una mixtura de temas y formas que se abre al mundo y recoge tradiciones culturales. Así, “Epístola según San Martín” presenta un tema religioso en el mundo actual; luego aparece una forma poética que Fernando de la Costa ya había explorado en su anterior volumen poético (Viaje al interior de Afrodita): el haiku; continúa con un poema que recoge el saludo pascuense “Iorana koe” y finaliza con un poema de tema medieval. Cierra el volumen una despedida llamada “Prefacio último y necesario”, de tema amoroso. Con respecto a los temas, una primera lectura de los poemas devela la aparición de un tópico que es recurrente en su escritura: la omnipresencia de la mujer, pues surge una y otra vez, desde múltiples páginas, de mil maneras distintas. Si tuviésemos que desglosar este papel de la mujer, sin lugar a dudas el primer lugar lo ocuparía la amada, la mujer deseada que Fernando de la Costa reviste de claros atributos: en primer lugar, es objeto de adoración constante, convirtiéndose así, por partida doble, en fuente de inspiración para el poeta y en objeto poético, pues aparece vista desde los ojos de un hablante lírico masculino que se siente irremediablemente atraído hacia ella; es descrita desde la pasión y el erotismo, con fuerza y sensualidad, como la hembra que gime y que provoca. A ella le dice: “Me gusta sentir / los latidos / de tus sentidos” en “Diálogo exquisito”; o “Acariciarte / en alguna playa de Ibiza / mientras / contamos secretos / y me regalas tu cintura” en “Slodki”. En el poema que titula el libro, “Passion”, esta se revela en su máxima intensidad, cuando se muestra un encuentro amoroso gestado sin premeditación “una tarde cualquiera / después de salir del trabajo”, en el cual los amantes se muestran “cuales caballos / galopando / por el espacio”. Así, a través de metáforas, se va entregando una mirada de mujer que ama y es amada, observada por ojos masculinos y destacada en su belleza y sensualidad. En segundo lugar, esta amada es también agradable compañera de correrías que enriquece el día y día, como se lee en “¡Ave María!”: “Las únicas voces que / escucho / son las nuestras / sentados / en esta silla papal / con una copa de vino / en nuestros labios / por el solo gusto / de divertirnos”. Sin embargo, no solo encontramos a la amada que se vincula con el amor idealizado o el erótico, también aparecen mujeres que representan temas diversos y que se mencionan explícitamente en el pie de página de algunos poemas. En “Razón y emoción” hay “un jaguar / a punto de saltar”, una promesa de un mañana mejor, dedicada a Nadia Murad, activista por los derechos humanos. En “Universal” el hablante lírico se eleva y navega por un orden cósmico estelar, pues quiere “bailar / con las estrellas”. Dedica este poema a una joven astrónoma chilena, Maritza Soto. “Anoche se lo iba a decir” es un encuentro imaginario y una despedida a la gran folklorista Margot Loyola. De una u otra manera, la mujer siempre está presente, atravesando su obra de principio a fin, dejándose ver detrás de cada verso. La actitud apostrófica de la mayoría de los poemas coincide con un tú femenino; es el hablante lírico que se dirige a esta ella omnipresente, con la cual dialoga en forma permanente. Para finalizar esta presentación, y haciéndome cargo de que la poesía es contenido y expresión, destaco algunos elementos formales que merecen atención. En primer lugar, los poemas de un solo verso no solo constituyen máxima concentración del decir, sino que los veo como un juego con el lector, que es invitado a leer un poema mínimo, como en “Lo haré público”: “Soy tu mayor secreto”. En segundo lugar, la utilización mesurada de caligramas aporta movimiento a la lectura y motiva la aparición de un lector activo, que debe girar la cabeza para leer ciertas palabras y establecer una relación entre disposición espacial y sentido del verso.
En tercer y último lugar, el verso breve, muchas veces de una sola palabra, también facilita la lectura y se ha constituido ya en un sello de la poesía de Fernando de la Costa. Termino esta presentación invitando a leer la obra Passion y desafiando a quien la lea para que descubra otras claves además de las que he expresado aquí, pues si hay algo que es imposible de agotar en tan pocas páginas eso es una obra poética.