CARRETERA DE UNA SOLA VÍA
Por Aníbal Ricci
Va a ser raro conocerte.
El lugar que tú dices me parece bien.
Estas interacciones no deben ser tan nuevas para ti.
No sé cómo va a ser el primer momento, lo que sé es que voy a estar mucho más tranquilo que cuando nos vimos por primera vez.
Yo de seguro estaré más nerviosa.
Estos días me he deshecho de mucho dolor, supongo que voy a ser más yo mismo.
Cuando estoy nerviosa, te lo advierto, me da por hablar.
Hablaremos mucho entonces.
Me pondré el pijama, haré dormir a mi pequeño.
¿Estás tomando algo? Se te escucha feliz.
Llevo como una hora decidiendo si prepararme un gin.
El gin y el whisky son de mis tragos preferidos.
El whisky es un vasodilatador.
Viene a reemplazar al diazepam.
Medio adictivo dirás.
No afecta cuando entro en fase serotónica.
Yo también estoy pasando por una buena etapa.
La adicción se gatilla por la disminución de serotonina y dopamina.
Cuando me separé perdí el interés en el alcohol.
La falta de hierro es determinante.
No estaba tan deprimida, el ego se recuperó rápido.
Por un lado, descenso de neurotransmisores.
En la universidad la pasé peor cuando me patearon.
Y la falta de oxígeno, alteran el equilibrio químico del cerebro.
No me estas pescando.
Te escuché que volver a Santiago te hizo absolutamente infeliz.
Necesitaba del verde y del aire del sur.
Esa exuberancia a veces deprime.
Acabo de llegar de las vacaciones, así que estoy con las pilas cargadas.
Me calma mucho más el norte.
Cuando conocí a mi marido enfermé de artritis.
Tendría que preguntarle al acupunturista cuál es el desequilibrio.
En pandemia quedé prácticamente inválida, no podía siquiera bañarme sola.
La artritis tiene que ver con el funcionamiento de los riñones y con problemas relacionados con la voluntad, como que no controlaras tu vida.
Me sirvió un tratamiento con cannabis, pero la nueva ley impidió su distribución en farmacias.
La marihuana me produce episodios psicóticos.
Tuve que encontrar un dealer.
Al primer pito, alucino con el bombeo del corazón y se dispara una crisis de pánico.
Todo mejoró cuando me separé, incluso dejé la Sertralina.
Hubo un tiempo horrible entre los años 97 y 2001. Depresión el 97 y durante 1998 anduve volado sin fumar un pito, el tiempo suspendido y el dolor horadándome el pecho. La pena era profunda mientras observaba todo en cámara lenta. Luego un año 99 de cocaína brutal que me sacó del letargo y un 2000 delirante con voces que no se fueron hasta el 2002.
Hoy le pregunté a los niños si pensaban que había cambiado, si me veían menos enojada.
El dolor del chakra 4 es el dolor del alma, la soledad absoluta.
El menor dijo que me veía más feliz, me encantó porque me dijo, te siento más feliz.
Te mereces esos momentos.
Quiero que tengas claro que nunca he juzgado tus decisiones.
Siempre he sufrido desequilibrios químicos, pero me siento afortunado de la época y los fármacos actuales.
Las decisiones que has tomado hacen sentido al leer tu libro.
Si no fuera por la cocaína me hubiera suicidado.
Te arriesgaste, lo haces siempre.
Yo corría 15 kilómetros diarios, subía trotando al glaciar La Paloma, el recorrido de 6 horas lo hacía en cuatro. Y el dolor no desaparecía. El cuerpo templado y el dolor me partía en dos.
No menosprecies el camino que has hecho.
Superé ese dolor no con la valentía que crees, sino reemplazándola por el miedo.
También he sentido ese dolor, por más tiempo del que me hubiese gustado.
Pero el miedo a descarrilarse es mucho más manejable que el dolor.
En ocasiones he planeado mi muerte. Estuve a minutos de tomar la decisión.
Supongo que es más frecuente de lo que la gente cree.
Y apareció mi hijo y me abrazó. Yo estaba sola en el segundo piso viendo televisión. Era chiquitito y subió corriendo. Me abraza y se queda conmigo.
La idea de la vida como una carretera de una sola vía.
Lloré mucho rato en silencio, en algún momento aprendí a llorar sin sonido.
Todo el trayecto nocturno entre La Serena y Copiapó queriendo morir en un choque frontal.
Decidí nunca volver a pensar en algo así, se lo debo a mis dos hijos.
El desierto me salvó y el miedo a la sombra de los tamarugos.
Sentir la vida es un privilegio. Hace un año que estoy pasando por una buena racha.
Había recorrido miles de kilómetros y desciendo por la cuesta antes de llegar a Arica. Escuchando el Meddle de Pink Floyd; la canción Echoes cuando llega al minuto 7 y el bajo se confunde con los latidos del corazón.
La última vez que sentí así tenía veintitantos.
¿Por qué acudiste a Tinder?
No soy tan tímida ni retraída como pensaba.
Te veías hermosa mientras esperabas tu cita.
Ingresé a Tinder el día antes de conocerte.
¿Qué buscabas en realidad?
Nunca pensé que iba a terminar mi matrimonio.