Aquí se lee: en la SECH tu palabra cuenta
David Hevia
En tiempos en que el vertiginoso ritmo impuesto por el mercado a la vida cotidiana pretende relegar a un segundo plano la más genuina manifestación verbal del quehacer ciudadano, la Sociedad de Escritores de Chile ha decidido impulsar la más activa campaña para poner en valor la palabra, tanto en lo que respecta al papel de ésta como agente promotor de la participación, como en lo que dice relación con un auténtico y efectivo fomento de la lectura.
Leer significa comprender y, por tanto, supone analizar la realidad, interpretándola a través de la puesta en marcha de la imaginación y del reconocimiento de todas aquellas expresiones que, desde la oralidad hasta la escritura virtual, desde la diversidad cultural, etaria y de género de nuestros pueblos, enriquecen el acervo y dan vida al diálogo, esa poderosa herramienta que nos forja y desde la cual desarrollamos la capacidad de pensar crítica y autocríticamente el proceso social.
Es en esa perspectiva que el desafío que nos aguarda debe llevarnos mucho más allá del libro, porque tan valioso soporte, en sus versiones impresa y digital, no sería posible sin el activo rol que los individuos y las agrupaciones humanas desempeñan en la elaboración de ideas. En ese marco, por ejemplo, debemos salir al paso del exitismo que desde los intereses editoriales privados se toma las páginas de los medios de desinformación para divulgar falacias tales como que en Chile hoy se lee más porque se registra un alza marginal en la venta de ejemplares. Un reduccionismo de ese tipo es tentador, pero cae por su propio peso. Si en 2011 el Estudio de Comportamiento Lector de la Universidad de Chile arrojaba ya que el 84% de los chilenos no comprende lo que lee, una investigación realizada por la OCDE constataba en 2016 que solo el 2% de la población adulta entiende adecuadamente un texto. Se trata de un fenómeno que ha ido profundizándose. Según el Informe PISA, el año 2000 más del 70% de los jóvenes chilenos de 15 años leía por gusto, cifra que, menos de una década más tarde, caía diez puntos porcentuales.
Desde luego, son varios los elementos que se cruzan en dicha situación. En primer término, la brecha social en el país ha crecido, mientras la educación en todos los niveles ha sido atomizada en su articulación y reducida tanto en la calidad de su proceso lectivo como en su función de creación de conocimiento. En segundo lugar, tal escenario es agravado por una serie de políticas públicas regresivas, que tienden a limitar la presencia de las artes y de las dinámicas de debate en la formación de las personas, a la vez que introdujeron medidas lesivas para el fomento lector, como el impuesto al libro y el violento término de la promoción estatal a la industria editorial que antaño abarató costos de producción y puso al alcance de los más humildes un sinnúmero de obras de autores nacionales y universales. En tercer término, las compras públicas destinadas a bibliotecas, es decir, a la lectura liberada, redujeron a un 26% la adquisición de títulos de creadores nacionales, limitando al mínimo, además, la presencia de textos de origen latinoamericano.
¿Qué posibilidades reales brinda la sociedad actual para que los jóvenes estudiantes, los trabajadores y personas de la tercera edad lean? ¿Qué oportunidades concretas tenemos de divulgar la voz de nuestros pueblos originarios y del desconocido semillero literario que habita nuestro territorio? ¿Con qué espacios públicos cuenta hoy la conversación diaria, la declamación, el flujo epistolar del que se valieron nuestras grandes letras?
Tenemos que ser capaces, pues, de reivindicar la palabra: verla, oírla, palparla y, especialmente, compartirla, restituir para ella no solo el libro, la revista, los canales electrónicos y los medios de comunicación, sino también los espacios públicos en tanto lugares de encuentro intergeneracional desde donde la más proactiva ciudadanía haga suya la construcción de comunidad. Es en ese marco que la Sociedad de Escritores de Chile renueva y profundiza, aquí y ahora, su compromiso con la creación, promoción y divulgación de las letras. En esa ruta impulsaremos paneles, debates, alianzas y cuanta iniciativa sea necesaria para abrir espacio a la lectura en cada rincón del país. En ese espíritu siempre estarán de par en par abiertas, para todos, las puertas de la Casa del Escritor. Aquí se lee: en la SECH tu palabra cuenta.
David Hevia es autor de “Historia de la Desnudez” (2011), poesía. “La Belleza como Demostración” (2013), ensayo. “Citas para una Historia de la Educación” (2014), ensayo. “Anoche el Día” (2015), poesía, con prólogo póstumo de Heberto Helder. “Doscientos Ensayos sobre Estética” (2016). Ha ejercido como editor de los diarios La Época, El Metropolitano y La Tercera, colaborando, además, en El Siglo y Le Monde Diplomatique. Director de la revista Alerce de la SECH, de la gaceta Léucade y del programa radial Barco de Papel, en Radio Nuevomundo.