Los escritores opinan

Antología poética de los bosques y árboles de Chile

Por Wellington Rojas

En un país que se dice “tierra de poetas”, aparte de la proliferación de obras en el género está otro tipo de publicaciones: aquellas destinadas a analizar la producción lírica de ciertos poetas; otras estudian los distintos períodos de la poesía chilena; algunas se encargan de profundizar en la poesía gestada en una ciudad, provincia o región específica; en fin, el trabajo de nuestros poetas permite enfoques desde ángulos distintos. Sin embargo, las obras que más polémica causan son las antologías, odiadas y amadas al mismo tiempo. Lo propio vale para el o los compiladores de turno, quienes según sean sus preferencias son enviados al cielo o al infierno de parte de los incluidos o excluidos, situaciones que se dan en todas las antologías. Alguien señaló que no existe la antología ideal; más aún, el gran Borges dio la clave cuando afirmó: “No hay antología cronológica que no empiece bien y no acabe mal”. Una antología centrada en un tema de gran interés para el público nacional es Llanto de maderas, subtitulada Antología poética de los árboles y bosques de Chile, publicada bajo el sello de Ediciones Integrales. Su autor es [el exministro de Agricultura] Emiliano Ortega, quien señala que el origen del libro fue una investigación realizada con el objeto de “estudiar las estrategias de desarrollo selvícola del país”. Luego de leer lo escrito por sabios, historiadores, cronistas y viajeros, el autor comenzó a indagar lo que nuestros poetas habían escrito sobre el tema, lo que dio como resultado una antología que recoge versos de 48 vates en torno a los árboles y bosques.

Todos los autores que aquí figuran nos llaman una y otra vez a defender nuestros árboles. El llamado es hecho por Neruda, la Mistral, Parra, Huidobro, Teillier, Arteche, Zurita, Memet, Lienlaf, Lihn, Montes, Muñoz Lagos, Rojas, Quezada y muchos otros más cuyos versos parecieran haber sido escritos solo ayer, como es el caso de El muerto en incendio, de Óscar Hahn: “Entramos en un bosque furiosamente quemado, / violentamente abrasado. // Extraños árboles de pie nos ofrecieron frutos / llamados ascuas, flores llamadas brasas. // De estos árboles o frutos o flores / la quemadura es la sustancia, el ojo en llamas: // ascuas florales, quemaduras arbóreas, / brasas frutales son. // Y había flamencos de carbón que cantaban pavesas. // Solo al muerto en incendio / le es dado ver esas canciones”. Por otra parte, Rodrigo Amauro defiende la Araucaria a la que llama “vigía de la nieve”: “crespón lluvioso del Llaima, / quemado sostén de sus cenizas / en la libre cúpula de sus frondas / baja a Curacautín en greda / y a Temuco labrado”. Todo un clamor por el árbol compañero, amigo, está contenido en los versos de Juvencio Valle: “No permitiré que corten mi árbol centenario. / Él es mi buena casa. Bajo su toldo sueño. / El rocío lo enjoye, las aves lo celebren. / Que los dedos del viento despunten día a día su glorioso teclado”. Lionel Lienlaf, en Transformación,escribe: “La vida del árbol invadió mi vida / comencé a sentirme árbol y entendí su tristeza. / Empecé a llorar por mis hojas, mis raíces, / mientras un ave se dormía en mis ramas / esperando que el viento dispersara sus alas. / Yo me sentía árbol porque el árbol era mi vida”.

Llanto de maderas es una obra que nos invita a volver nuestra mirada hacia la naturaleza, a la vez que es una reflexión y un grito de clamor ante la continua destrucción y —por ende una partida sin retorno— de nuestros bosques y árboles.


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