Adiós a Ferlinghetti
Lawrence Monsanto Ferlinghetti, nació el 24 de marzo de 1919, en Yonkers, al norte de Manhattan, Nueva York, y murió en San Francisco el 22 de febrero del presente año a poco más de un mes de cumplir los 102 años.
Hijo de un inmigrante italiano, fue bautizado como Lawrence Monsanto Ferling en Yonkers, porque su padre había decidido acortar el apellido para hacerlo más fácil para los estadounidenses. Ya de adulto, Ferlinghetti se enteró de cuál era el apellido original y lo adoptó.
Tuvo una infancia y una juventud difícil. A la muerte de su padre, antes de que él naciera, siguió el colapso nervioso de su madre. A cargo de cinco hijos y sin recursos económicos, la familia se disolvió. Lawrence, el menor de los hermanos fue a vivir con su tío Ludovico y su esposa francesa Emily. Tras el fracaso de este matrimonio, su tía se lo llevó a Francia, a Estrasburgo, en donde pasó más de cinco años y adquirió el francés como primera lengua. Cuando Emily decidió volver a Nueva York tuvo que dejarlo en un orfelinato, desde donde lo retiró siete meses después para llevarlo con ella a casa de los Bisland, una familia rica de Bronxville para la que ella estaba trabajando.
Un día, Emily Monsanto desapareció misteriosamente y nunca más se la volvió a ver. Lawrence decidió quedarse entonces con los Bisland y allí comenzó su educación literaria guiado por Presley Bisland, su “padrastro” que había estudiado literaturas clásicas.
En 1937 fue a la universidad de Carolina del Norte y después de graduarse en 1941, con la segunda guerra mundial en pleno desarrollo, ingresó a la marina en la que sirvió hasta 1945. En Japón pudo ver las consecuencias de la bomba atómica en Nagasaki y la experiencia cambió completamente su perspectiva de la guerra. “En ese instante me convertí en un pacifista”, declaraba.
Aprovechando una ley que le permitía ir a la universidad de manera gratuita por ser veterano de la armada, ingresó a la Universidad de Columbia y completó un magister en 1948. A continuación, partió a la Universidad de París donde completó un doctorado en 1951.
En el mito del grupo Beat, se los pinta, a veces, como sólo bohemios que recorrían el país en auto, en moto, buscando la esencia de los Estados Unidos. La verdad es que los Beat era un grupo de jóvenes con educación superior, aunque algunos hayan sido autodidactas. Eso no quiere decir que no buscaran una cierta identidad cultural en un país que es muchos países.
De París, Ferlinghetti eligió a San Francisco, California, como su lugar de residencia permanente y allí jugaría un importante papel en la promoción de la literatura y de lo que fue después el movimiento Beat.
Poeta, editor, pintor y conferencista, fue uno de los escritores de la llamada “Generación Beat” que se proponía producir un arte accesible para toda la gente, un arte democrático. En su trayectoria siempre planteó un desafío que fue a la vez político, lingüístico y que reflejaba la influencia del jazz, con su complejidad rítmica y su despreocupación por la melodía.
En su libro sobre Ferlinghetti, Larry Smith subrayaba que el autor: “escribe poesía verdaderamente memorable, poemas que se alojan en la mente del lector y generan conciencia y cambio. Su escritura canta con la triste y cómica música de las calles. Ferlinghetti intenta sacar a la poesía de la torre de marfil de la academia y ofrecerla, como experiencia compartida, a la gente común”.
En el año 59, en La Habana, conoció a Pablo Neruda quien le habría expresado su gusto por esa poesía ampliamente abierta, que incorporaba una gran variedad de temas. Esa era la poesía de los Beats, pero citando a Larry Smith, “en Ferlinghetti hay un patrón de compromiso social y experimentación literaria con el que buscaba expandir los objetivos del movimiento Beat con una poesía que era retóricamente funcional y socialmente vital”.
En 1958, New Directions, una de las editoriales independientes más prestigiosas de los Estados Unidos, se publicaron los poemas de Una Coney Island de la mente, que fue considerado como el “revolucionario arte de la discrepancia que arrastró a la poesía lírica a un nuevo terreno de lo social y la auto-expresión” y es todavía su libro más popular.
En su vida, Ferlinghetti publicó más de una docena de poemarios. Entre los que han sido traducidos se destacan Amor en días de furia, El pulso de la luz, La vida como sueño real y la novela autobiográfica Little Boy.
La fundación de la librería, City Lights Books cuyo nombre está inspirado por la película de Chaplin, “Luces de la ciudad” es una historia aparte.
Cuenta Ferlinghetti en una entrevista que, un día viniendo de su estudio de pintor “me fui manejando por la Avenida Colombus, que era una ruta que no tomaba normalmente, y en eso veo a este tipo poniendo un cartel donde ahora está City Lights”.
Este era Peter Martin, su futuro socio, un estudiante de la universidad estatal de San Francisco.
“Le dije, ¿Qué estás haciendo?, y él dijo, Estoy abriendo una librería de libros de bolsillo, pero no tengo plata, solo tengo 500 dólares. Le dije, yo tengo 500 dólares. El intercambio duro como cinco minutos. Nos dimos la mano y la tienda abrió en junio de 1953 como una librería de libros de bolsillo”.
Dos años más tarde comenzó la editorial con su Serie de Poetas de Bolsillo.
La primera publicación fue su poemario, Cuadros de un mundo ido, la segunda, el controvertido libro de Allen Ginsberg, Aullido (1956). La primera edición de 300 ejemplares se vendió rápido y no causó mucho ruido, pero la segunda, 520 copias impresas en Inglaterra, fue confiscada en la aduana y tuvo problemas para que su entrada al país fuera autorizada.
Cuando Ferlinghetti la puso a la venta, en mayo de 1957, fue arrestado por la policía de San Francisco bajo el cargo de publicar y vender material obsceno e indecente. Después de un bullado juicio, Ferlinghetti fue exonerado de todos los cargos y la publicidad dada al proceso dio a la librería su fama de centro de contracultura. La próxima edición de Aullido y otros poemas fue de 10.000 ejemplares.
Es interesante subrayar que Ferlinghetti no se consideraba a sí mismo un poeta Beat y menos un beatnik, término inventado por el periodista Herb Caen en 1958 para burlarse de los seguidores de la generación Beat. Si bien los escritores rechazaron el nombre, este fue ampliamente adoptado y publicitado por los medios y se transformó en un estereotipo negativo aplicado a cierto tipo de jóvenes y en una moda.
En 1960, en la Convención Republicana, el director del FBI, J. Edgar Hoover acusaba a los “comunistas, intelectuales y beatniks” de ser los grandes enemigos del país. Probablemente del país de Hoover.
Ferlinghetti siempre estuvo con las causas que implicaban justicia social. Fue fidelista, apoyó al Frente Sandinista y a los Zapatistas, se identificaba con la filosofía anarquista y con el antiautoritarismo. Siempre pensó que un poeta no tiene por qué abandonar el espacio social y que el influjo de la política no tiene que perjudicar la creación, o si no, se preguntaba, ¿para qué sirve la poesía?
Habría que contestar con un poema suyo del 2007 inspirado por Khalil Gibran y que resuena en nuestros días como un lamento
Lástima por la nación
Lástima por la nación cuyo pueblo son ovejas
y cuyos pastores las conducen al abismo
Lástima por la nación cuyos líderes son unos mentirosos
Cuyos sabios son silenciados
Y cuyos fanáticos frecuentan las ondas de radio
Lástima por la nación que no levanta la voz
Sino para alabar a los conquistadores
Y aclamar al matón como a un héroe
Y que pretende gobernar el mundo
Por la fuerza y la tortura
Lástima por la nación que no conoce
Ningún otro idioma sino el propio
Y ninguna otra cultura sino la propia
Lástima por la nación cuyo respirar es el dinero
Y duerme el sueño de los demasiado bien alimentados
Lástima por la nación, oh lástima del pueblo
que permite que sus derechos se erosionen
y que sus libertades se disipen baldeadas
¡Mi país, lágrimas por ti
Dulce tierra de la libertad!
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José Leandro Urbina