EL DIABLO A PATA
de Rubén González Lefno (Valdivia) (Ediciones Eutopía. Santiago 2019)
Comentario de Aníbal Ricci
El libro está conformado de diez relatos organizados en tres secciones (De niños, De Sombras y De Risas), referidos a una época donde las tomas de fundos que posteriormente constituyeron el Complejo Maderero Panguipulli (Neltume) eran la tónica de unos trabajadores que, por medio de sus sindicatos, buscaban mejoras salariales y condiciones favorables en las pulperías. Poco a poco se fueron organizando estos pobladores y expropiaron a los patrones de sus tierras, ocupaciones de terreno que se fueron multiplicando en la zona.
Los cuentos van dando cuenta de cómo el fatídico 11 de septiembre de 1973 iba a trastocar esa esperanza de la clase trabajadora que había surgido con el advenimiento del gobierno del presidente Allende. Dichos pobladores esperaban con ansias el reconocimiento de sus derechos sobre esas tierras cuando devino el Golpe de Estado y sus anhelos fueron truncados. Un hecho marcará el vórtice de estos diez relatos: el asalto al retén de Neltume y las consecuencias de ese fallido intento.
Estas historias son deudoras o ramificaciones de los sucesos acaecidos en La Montaña Rebelde, título anterior del autor. No poseen el espesor dramático de esos primeros relatos, acaso debido a que el punto de vista deja de lado a los guerrilleros de la selva valdiviana y se enfoca en los habitantes comunes que observaron desde Neltume los acontecimientos de esos días, incluso hay un cruce de historias con la visión de los niños acerca del conflicto y la situación en la región. Por ejemplo, la mítica figura del comandante Pepe en estos relatos sólo es mencionada como articuladora de los movimientos sociales, pero el escritor decide no profundizar en ellos, sino situarse en anécdotas en torno a los hechos históricos que hacia el final del volumen adquirirán un carácter más festivo. El Diablo a Pata muestra la otra cara del conflicto, dejando de lado las torturas y las muertes, siempre presentes en el anterior libro del autor.
El cazador de cantabrias (primer cuento) es una historia fantástica de un niño que coleccionaba coleópteros. Un buen día acude con su tarrito hacia la selva donde habita el león y al parecer nunca regresará. La leyenda decía que una multitud de cantabrias, ante el peligro, lo elevaron por sobre los árboles. Su familia nunca más supo de él y Tohá (así apodado por los lugareños), se encargaría de ir más allá del volcán Choshuenco para dar cuenta de las historias del Neltume. El narrador vuela alto en este relato sobre el aserradero, las fogatas y las banderas a la entrada de los fundos. Es una historia diáfana que relata las impresiones de un niño, excelente punto de partida del libro.
Tres niños acudieron a ver las excavaciones de las maquinarias. Construían un nuevo camino y los chicos acudieron con Los barquitos (segundo cuento), embarcaciones en miniatura que siempre zarpaban de un aserradero a escala. En paralelo, en las noches, los adultos hablaban de patrullas militares y guerrilleros ocultos en la Montaña Rebelde. Pablito flanqueó el cerro y debajo de tres enormes árboles encontró los tres fusiles largos enterrados por los guerrilleros. El autor recurre a un juego de paralelismos con estos sobrevivientes que alguna vez fueron niños y que hoy en la selva juegan a esconderse en ese bosque en un juego mucho más peligroso, escapando y eludiendo patrullas militares.
Noche de pelos gira en torno a una niña enferma, que es cuidada por un grupo de pobladores que se reúnen en la casa amenizando las conversaciones con vino y mate. Hablan de lo que ocurre en el Complejo Maderero, de lo que rodea a las tomas de los fundos, de vigilancia obrera y formación de sindicatos. Lidia vomita bolas de pelos mientras esos movimientos populares llenaron el espíritu colectivo y solidario, ese ambiente esperanzador que flotaba en esos días de la Unidad Popular.
Algunas de Pancho son historias breves de banderas flameando con posterioridad a la ocupación de veinte fundos, dirigidas por el comandante Pepe, y que incluyen anécdotas de su amigo Pancho luchando contra las guardias blancas de los patrones, premunidos de armas, verdaderos grupos fascistas que dinamitaban vías férreas y colocaban bombas en el tendido eléctrico.
El mesón, el polígono constituye dos realidades extremas. El protagonista trabajaba en Valdivia tras el mesón de una tienda de ropa, mientras en sus pensamientos se gestaban motivaciones políticas que perseguirían mejoras laborales. La casa de su familia y los recuerdos fueron quedando en el pasado mientras Allende era elegido Presidente. Se trasladó al Complejo Maderero en Neltume con la ilusión de un mejor salario. En la reunión de Molco se vislumbró el Golpe de Estado. Sucedían paros de gremios y transportistas junto a atentados a las vías que eran presagios de los bandos militares del 11 de septiembre. Los trabajadores de Neltume intentaron asaltar el retén de Carabineros para conseguir armas de fuego. Fallaron y tras unas sesiones de tortura se encontraron frente al pelotón de fusilamiento.
Rubén González Lefno hace gala de su oficio de escritor y testigo privilegiado de lo sucedido en la selva, pero sobre todo se sitúa en los faldeos de los cerros, en los poblados, utilizando esta vez una primera persona franca, más liviana, mostrando la cotidianidad y normalidad alrededor de las ocupaciones de fundos que se produjeron en las cercanías del lago Panguipulli.-