Los escritores opinan

El antiguo Centro de Escritores de Magallanes

Por Víctor Hernández

En varias oportunidades nos hemos referido acerca de una organización que, en tiempos pretéritos, agrupó a los literatos del austro. No está clara su fecha de fundación oficial porque muchos documentos, o se extraviaron con los continuos cambios de domicilio de los escritores y sus respectivas directivas, o bien, se perdieron simplemente, porque no se tuvo el suficiente recaudo para resguardar la documentación pertinente.

Sin embargo, existen varios antecedentes bibliográficos que dan cuenta sobre la posible fecha de fundación del Centro de Escritores de Magallanes. Por ejemplo, el poeta y profesor Marino Muñoz Lagos (en la fotografía) en un artículo escrito a propósito de una edición especial con motivo del sexagésimo aniversario del diario “La Prensa Austral” en 2001 recordaba cómo el nacimiento de este medio de información, un 25 de agosto de 1941, originó nuevos núcleos participativos, que permitieron agrupar a la gente de letras para divulgar sus libros o crónicas.

A su vez, el escritor oriundo de Puerto Natales, Nelson Álvarez Vera, en su magnífico trabajo de recopilación histórica, denominado “Antología literaria de Santiago Pérez Fanjul” (2017), incluye una nota del reconocido estudioso y crítico Efraín Szmulewicz, quien en la página 441 de su “Diccionario de la Literatura Chilena” (1984) describe los inicios del llamado “Centro de Escritores Magallánicos”. Tanto Muñoz Lagos como Smulewicz coinciden en señalar, que tres escritores natalinos, Osvaldo Wegmann Hansen, Jorge Rubén Morales y Santiago Pérez Fanjul, luego de emigrar de la zona de Última Esperanza para radicarse en nuestra capital regional con el propósito de ejercer la actividad periodística, habrían constituido el mencionado Centro de Escritores de Magallanes, alrededor de 1945. Al respecto, Efraín Szmulewicz entrega sabrosos detalles sobre la conformación de la nueva institución:

“Pronto, los tres (Morales, Pérez, Wegmann) viajaron a Punta Arenas, y allí en el restaurante Berchenko, con la asistencia de otros natalinos como Manuel Andrade Leiva y los puntarenenses Ricardo Hurtado, Lucas Bonacic, Esteban Jaksic, Rosa de Amarante, Raúl Villagrán y José Grimaldi, Onofre Bórquez, Enrique Wegmann, continuaron reuniéndose en calidad de grupo literario”.

Más adelante el crítico literario asegura que, en los años 50 se incorporaron diversos autores como el propio Muñoz Lagos, Silvestre Fugellie, Raúl Norero, Ninette Miranda, Ulises Gallardo, Carlos Vega Letelier, Mateo Martinic, Ana Rosa Díaz y se contó con el apoyo de algunos escritores magallánicos avecindados en Santiago, como Roque Esteban Scarpa lo que permitió formalizar una estructura orgánica de la corporación, que recibió finalmente el nombre de Centro de Escritores de Magallanes.

Nosotros en cambio, a raíz de las investigaciones que hemos realizado sobre el tema, en donde tuvimos que indagar acerca de las fechas exactas de la llegada al austro de varios autores procedentes del norte del país, mantenemos cierta distancia de las aseveraciones anteriores. Reconocemos sin duda, el aporte de los escritores natalinos en el proyecto de crear una organización que cobijara a los escritores regionales, pero discrepamos sobre las fechas entregadas sobre el origen y de la posible puesta en funcionamiento de la institución.

Para empezar, Marino Muñoz Lagos vivía en Punta Arenas ya, desde el 16 de enero de 1948, y al poco tiempo, hacía clases en la escuela de Agua Fresca, escribía habitualmente en “La Prensa Austral” y redactaba libretos para programas que transmitía la radio “La Voz del Sur”. En noviembre de 1949 publicaba en la imprenta yugoslava su primer libro de poemas, “Un hombre asoma por el rocío”.  Tampoco está muy claro el aporte de algunos escritores que se mencionan entre los fundadores. El propio Álvarez Vera reconoce en su antología que para 1948 Pérez Fanjul se trasladaba con su familia a Santiago en busca de mejora para los dolores que le aquejaban, -en el norte le diagnosticaron tuberculosis- y nos expresa: “Su correspondencia epistolar denota sus esfuerzos y ansias de formar el Centro de Escritores Magallánicos y escribir una antología de estos”.

Sobre este mismo punto, Osvaldo Wegmann en un artículo publicado en “La Prensa Austral” el 17 de febrero de 1983 (que Álvarez inserta en su antología) titulado “El chino Pérez”, reafirma lo anterior al puntualizar:

“Le preocupaban dos proyectos relacionados con las bellas letras. La formación del Centro de Escritores de Magallanes, en el cual no alcanzó a participar activamente, y la publicación de una antología de cuentos, que le había sugerido el escritor Luis Durand. El Centro de Escritores se formó mientras él se encontraba con la salud quebrantada, retirado de todas las actividades”.

En esta misma línea de análisis, Rosa de Amarante recordaba en una entrevista concedida a “El Magallanes” en su edición del 25 de septiembre de 1966, que aquel día el Centro de Escritores cumplía quince años de vida; aseguraba, además, que los asociados se encontraban empeñados en conseguir de las autoridades provinciales, la instauración de un premio en arte que recompensara a las mejores obras literarias, musicales y pictóricas, producidas anualmente en la región.

Creemos sinceramente, sin ánimo de entrar en una polémica estéril, que hubo dos momentos históricos que impulsaron la articulación de los escritores locales. Los festejos por la conmemoración del centenario de la toma de posesión del estrecho de Magallanes en febrero de 1944 y la celebración del primer siglo de Punta Arenas en el verano de 1949, con sus recordados certámenes literarios, que convencieron definitivamente a los autores regionales de la necesidad de trabajar en equipo.

Primeros logros

En noviembre de 1950 “La Prensa Austral” anunciaba la realización de un acto cultural y literario en el auditorio de radio “Polar” a cargo de Jorge Rubén Morales, quien disertaría sobre la novela “Juan Cristóbal” de Romain Rolland. La nota señalaba que: “El Centro de Escritores Regionales, institución recientemente fundada y que reúne a los escritores magallánicos, residentes en la provincia o ausentes de ella, se ha propuesto desarrollar un programa de conferencias sobre temas literarios y artísticos”. En la ocasión, se hacía recuerdo también, de la primera de las charlas dictada por Raúl Norero que trató sobre el escritor y el medio ambiente.

Este es uno de los primeros documentos que comprueban la existencia y funcionamiento de la organización. En tanto, la idea de hacer una selección de prosistas se materializó el 17 de octubre de 1952, cuando desde los talleres de “La Prensa Austral” vio la luz la “Antología del Cuento Magallánico”, con una edición preparada especialmente por el directorio del Centro de Escritores de Magallanes con un estudio preliminar efectuado por el profesor de castellano y comentarista literario, Julio Ramírez Fernández. La obra incluía los cuentos de Francisco Coloane, “Cinco marineros y un ataúd verde”; Jorge Rubén Morales, “Ancón sin salida”; Manuel Andrade Leiva, “El tumbero”; Osvaldo Wegmann, “El cementerio de los Milodones”; Ricardo Hurtado Sagredo, “¡Suerte!” Enrique Wegmann, “Sangre en Muñoz Gamero”; Rosa de Amarante, “Una de tantas”; José Grimaldi, “Setenta días”; Esteban Jaksic, “El Carancho”; Lucas Bonacic, “Frágiles y fugaces corazones”; Ninette Miranda, “María Victoria” y Santiago Pérez Fanjul, “El caso de Peter Mitchell”.

Uno de los mayores esfuerzos de los escritores fue la edición de la revista literaria “Viento Sur” cuyo único primer número apareció en enero de 1955. Dirigida por Esteban Jaksic y Osvaldo Wegmann se anunciaba como una publicación trimestral. Los apoyos económicos prometidos no aparecieron nunca más. Con todo, se trató de una experiencia digna de ser revivida. La propuesta editorial incluía trabajos de autores regionales, nacionales y extranjeros.

Contrariamente a lo que se supone, el Centro de Escritores nunca tuvo sede ni un domicilio fijo. Los autores solían reunirse en distintos cafés, bares, restaurantes y clubes nocturnos de Punta Arenas; algunos de ellos permanecen en la memoria de los actuales literatos: el Círculo de Suboficiales en retiro Sargento Aldea en calle Valdivia (José Menéndez) 544, la Sociedad de Empleados de Comercio, en calle Chiloé 944. Pero también están, el desaparecido “Círculo de la Prensa” en Chiloé 839 y el bar “Río Seco” en Chiloé 974 atendido por su propietaria, Susana Levinieri. Este lugar fue una especie de fortín de los literatos y sirvió de refugio para grandes conversaciones, regadas del vino de la amistad, que vio, además, la desaparición del viejo Centro de Escritores y su conversión en filial de la Sociedad de Escritores de Chile. En sus mesas se redactaron los borradores y se definió el programa del mítico Segundo Encuentro Nacional de Escritores de Magallanes celebrado en nuestra ciudad con participación de más de cincuenta creadores, en octubre de 1982.  

Hubo otros lugares de reuniones que marcaron época. José Grimaldi solía juntarse con su grupo más afín en el bar de don “Tato”, que comenzaba la llamada ruta del cementerio, la cual continuaba en el “Copihue” de calle Sarmiento, el de Luis Pérez, donde era común encontrar a los hermanos Wegmann; el “Paso” atendido por el señor Asencio; “Hasta aquí nomás llegamos” de Enérico Gallardo (Más conocido como mata leones) en el pasaje Barros Arana de la población 5 de abril. En este sentido, Julio Ramírez Fernández en un artículo publicado en La Prensa Austral el 26 de julio de 1968, junto con enumerar lugares típicos y nostálgicos del Magallanes del ayer, entre estos, el café “Los Muchachos”, la churrasquería “El Copacabana”, “El Rendez Vous”, se explayó rememorando un punto obligado de encuentro de los literatos de los años 40 y 50: “La Alhambra”:

“Las cosas culminaban cuando se trataba de poesía. Florencio Gómez recitaba sus versos de juventud; Esteban Jaksic recordaba sus tiempos de poeta laureado en unas ya idas fiestas primaverales; Pedro Cvitanic nos deleitaba recitando “El Embargo” y José Grimaldi nos traía a la memoria sus andanzas por ciudades y países y su “Elogio apasionado de mi ciudad” y “El ovejero de mi tierra”, arrancaban los aplausos de la concurrencia que iba a presenciar esta feria del espíritu y la cordialidad”.

Difusión y divulgación

Pese a las continuas pellejerías experimentadas por los creadores, fueron famosas las venidas al austro de grandes artistas, de muchos escritores chilenos y extranjeros que buscaban compartir con los integrantes del Centro de Escritores de Magallanes.

A Punta Arenas llegó Marta Brunet (“Montaña Adentro”, “Cuentos para Marisol”, “Aguas abajo”) en octubre de 1955. En la provincia estuvo durante tres semanas dictando conferencias sobre diversos aspectos de la literatura universal. Pablo de Rokha (“Los Gemidos”, “Escritura de Raimundo Contreras”, “China Roja”) permaneció durante un mes en Magallanes. En el invierno de 1959 recorrió las principales ciudades y estancias de la provincia. Enrique Lihn (“Nada se escurre”, “La pieza oscura”, “La musiquilla de las pobres esferas”) en octubre de 1960 escribió aquí en el austro dos de sus poemas más hermosos: “Cementerio de Punta Arenas” y “Barco viejo”. Rubén Azócar (“Gente en la isla”) falleció inesperadamente en abril de 1965, sólo unos días después de su última visita a Magallanes o Juvencio Valle que estrenó su Premio Nacional de Literatura de 1966 en Punta Arenas festejando con su amigo Marino Muñoz Lagos.

Andrés Sabella, (“Norte Grande”, “Sobre la Biblia un pan duro”, “El caballo en mi mano”) Nicomedes Guzmán, (“Los hombres obscuros”, “La sangre y la esperanza”, “La luz viene del mar”) y Francisco Coloane (“Cabo de Hornos”, “Golfo de Penas”, “Los conquistadores de la Antártica”) estuvieron en reiteradas ocasiones en la región. A Sabella se le recuerda principalmente por su participación en las Escuelas de Temporada de Invierno que organizaba la U. de Chile; a Coloane sobre todo por su visita de fines de 1967 en compañía del gran escritor soviético Evgeny Evtuschenko (“Babi Yar”, “No he nacido tarde”, “El dios de las gallinas”) y, a Guzmán, por sus talleres literarios llevados hasta el último rincón de la provincia. Por algo el Centro de Escritores de Magallanes promovió ante el municipio local la creación en su memoria, de un monolito, que se encuentra emplazado en la población Fitz Roy.

Magallanes también influenció a creadoras como Teresa Hamel, otra gran amiga de los escritores regionales (“El contramaestre”, “Raquel devastada”, “La noche del rebelde”). De su estadía en la zona, extrajo las experiencias que hicieron posible su libro de cuentos “Verano austral” publicado en 1979. Un poco antes, Reinaldo Lomboy (“Ranquil”, “Ventarrón”, “Aguafuertes de Chile”) investigó los sucesos de la Ciudad del Rey Felipe. De allí surgió “Puerto del Hambre” en 1964, la última obra de largo aliento del autor. Nicasio Tangol, (“Huipampa tierra de sonámbulos”, “Las bodas del grillo”, “La plegaria de las bestias”) vivió varios meses en Tierra del Fuego recolectando información sobre los pueblos originarios, que plasmó en dos de sus grandes obras: “Mayachka” y “Kuanyip”.

El Centro de Escritores de Magallanes impulsó desde su origen la creación de un Premio Regional de Literatura. La Municipalidad entregó reconocimientos a José Grimaldi, Lucas Bonacic. En 1960 se premió a Osvaldo Wegmann por su novela “El camino del hambre”, obra escrita para la conmemoración del sesquicentenario del inicio de la independencia nacional.

Al calor de los miembros de la organización aparecieron los nuevos valores de la literatura magallánica como Astrid Fugellie, Desenka Vukasovic, Eugenio Mimiça Barassi.

Tener una Editorial

Fue el gran anhelo de los literatos de Magallanes desde que entró en vigencia la ley de Puerto Libre en febrero de 1956. La iniciativa fue retomada más tarde por el empresario y regidor Luis Hernández Tapia, que en septiembre de 1966 había fundado la imprenta Hersaprint, la que pronto se hizo ampliamente conocida por su oferta de artículos librería y por sus elegantes e innovadores servicios de diseño e impresión.

Con el advenimiento de la Corporación de Magallanes (CORMAG) en mayo de 1968, Hersaprint se adjudicó contratos y recursos que le permitió adquirir la más moderna tecnología de la época. De esta manera, la empresa se acometió de lleno a la publicación de libros de escritores magallánicos. A los textos, “Solana del viento” de Silvestre Fugellie y “Poemas populares” de José Grimaldi, siguieron las cuidadas ediciones de “La Raya Roja” de Carlos Vega Letelier; “Los rostros de la lluvia”, de Marino Muñoz Lagos; “La noche trágica de los Copuyes” de Enrique Wegmann; “Cuentos Magallánicos” y “Puerto Bermejo”, de Francisco Camus Riquelme.

Para 1975 el propio Hernández Tapia aseguraba que a futuro se crearía la Editorial Magallánica. Hersaprint compraría los derechos de autor, los cuales serían pagados con una parte de la edición. El precio de cada uno de los tomos no sobrepasaría los 10 mil escudos, con un tiraje promedio de mil a dos mil ejemplares. Se pensaba inaugurar una librería presentando dos títulos: “Desde lejos para siempre” de Nicolás Mihovilovic y “La última canoa” de Osvaldo Wegmann.

Problemas de Hersaprint postergaron la ejecución del proyecto. En la década del 80 se implementó una parte de esa iniciativa, claro que el viejo Centro de Escritores había dejado de existir.  


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