La PAJARERA de Valentina Vega Eck
Una de las características de los buenos artistas es que no sólo se conforman con la simple producción de unidades de arte, sino que son capaces de crear proyectos temáticos mayores. También podríamos argumentar que, todo buen proyecto es polisémico, es decir que es capaz de integrar estratos de sentido diversos que el observador tendrá que articular para resolver por sí mismo el enigma con el que el artista nos desafía.
Es justamente lo que logra Valentina Vega Eck en su colección de cerámicas titulada Pajarera, publicada, como libro de fotografías, por LOM ediciones en marzo de este año.
La parte principal del libro lleva el título de “Esculturas”. En ella se despliega una variedad de hombres pájaros, o pájaros antropomorfizados que ejercen una variedad de oficios terrenales: ejecutivos, académicos, tenores, magos, navegantes, corredores de bolsa, vigilantes, etc.
En el nivel de la tradición histórica, no podemos dejar de conectar esta serie con elementos del Bestiario aviario o de los Libros de aves del siglo XII, donde los pájaros reales o imaginarios eran descritos desde hipotéticas características morales siguiendo preceptos bíblicos. En este caso, las actitudes de los personajes, sus vestimentas y la dirección que sugiere el título de la pieza permiten, al que mira, elaborar un texto que corresponda, en el presente, a lo que percibe y lo que dicta su cultura.
Otras señales formales más ciertas, nos envían a los doctores de la peste negra y a las máscaras del Carnaval de Venecia. Sin embargo, el todo recupera también ese elemento contemporáneo que, además de reponer la presencia del animal en el arte, nos lleva, ingeniosamente, hacia la reflexión sobre la autoridad, sobre cuestiones de género, sobre el medio ambiente.
El universo de la Pajarera, está copado por la masculinidad y su simbólica. Las mujeres están representadas por unas maravillosas Meninas, que miran hacia el cielo enfundadas en sus trajes cortesanos. El observador tiene que decidir si están recurriendo a alguna divinidad, tratando de respirar o a punto de iniciar una canción.
La segunda parte, más pequeña, se titula, “Y para usar”. En ella, encontramos una colección de alcuzas, bols, mantequilleras, yunomis, platos, que no estamos seguros de poder usar sin un fuerte sentimiento de culpa por agraviar su belleza. Los colores, las texturas, la concepción misma de estos objetos, cautiva.
Por último, hay que decir que la edición de LOM hace completa justicia al trabajo de Valentina Vega. La dimensión del libro, la calidad del papel, el diseño y la fotografía permiten apreciar, sin duda, el gran talento de la ceramista.
José Leandro Urbina