DECLARACIÓN PÚBLICA
Santiago, 05 de Noviembre de 2020
Hemos recibido con estupor las expresiones de menosprecio acerca de la
importancia de la cultura, especialmente cuando ellas han emanado del propio
Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y nada menos que desde la voz
de su ministra, la señora Consuelo Valdés Ch.
Por otra parte, hay una historia contundente de abandono del tema como
preocupación e interés del Estado, la que se profundizó a partir del estallido de
octubre 2019 y luego con la pandemia, situación frente a la cual el ministerio realizó
vagas ofertas verbales, fuegos de artificio, cuyo nivel de concreción fue ineficaz,
tardío y magro.
Si a ello añadimos las recurrentes manifestaciones de escasa consideración
al sector, no resulta tan insólito que la máxima autoridad gubernamental manifieste
un desprecio y un abandono tan ostensible a los protagonistas del mundo que
constituye su ocupación: los trabajadores del arte y la cultura.
Las recientes declaraciones de la ministra Consuelo Valdés son una
evidencia más del abandono del Estado en todo lo que se refiere al ámbito de la
cultura nacional. No se trata ahora solo de constatar la ineficacia e incapacidad de
reacción frente a las condiciones críticas que han afectado a artistas y escritores,
editores o actores, y todos quienes trabajan en las múltiples y variadas actividades
que dan riqueza a la vida cultural de nuestro país.
Tenemos que lamentar, al mismo tiempo, que esa ineficacia se haya
instalado en un marco burocrático que solo eleva los costos de cualquier política
pública, sin permitir una participación auténtica de quienes pudieran orientar
efectivamente esas políticas, desde sus propios oficios y experiencias
Observamos cómo, de manera cada vez más evidente, se ha ido afianzando
una comprensión limitada y reductora del rol de la creación y de las artes en todas
sus manifestaciones, sin reconocerlas como parte de las necesidades de una vida
en democracia, al igual que las necesidades básicas, en tanto permiten y
enriquecen el ejercicio del pensamiento creativo en todos los ámbitos humanos.
Tampoco se garantiza el acceso de los habitantes del país a bienes culturales que
nos pertenecen, elemento de primera importancia en cualquier política cultural.
La gravedad de este abandono no puede atribuirse solo al Ministerio de las
Culturas. Parece que tampoco desde el Parlamento y su Comisión de Cultura hay
voces que se levanten con convicción para enfrentar esta coyuntura.
Las palabras de la ministra refuerzan la idea de que el mundo del arte y lo
que en él se crea es prescindible y pertenece a un nivel que no tiene la importancia
de otros, lo que debería reflejar un pensamiento compartido por el gobierno.
Entendemos que las necesidades básicas son vitales, pero la historia de la
humanidad muestra que el arte ha permitido a los seres humanos sobrevivir en
condiciones extremas, como las guerras, campos de concentración, dictaduras.
De acuerdo a lo anterior, podríamos entender que este Ministerio creado con
gran pompa en 2018, y que agrupa al Consejo de la Cultura, DIBAM y Consejo de
Monumentos Nacionales, ha perdido su razón de ser y su objetivo principal:
“colaborar con el Jefe de Estado en el diseño, formulación e implementación de
políticas, planes y programas que contribuyan al desarrollo cultural y patrimonial de
manera armónica y equitativa en todo el territorio nacional”.
Esperamos un gesto correctivo en razón de su declarado objetivo central,
que apunte a escuchar y atender con seriedad las demandas del medio cultural a
través de sus principales organizaciones.
Directorio Corporación Letras de Chile