ARMANDO MOOCK 1894 -1942
La crítica ha otorgado a Armando Moock un lugar de previlegio en 1a dramaturgia nacional y el sitio más elevado en la escena de su época. Su maestría técnica —que lo hizo famoso no solo en Chile, sino en muchos países de habla hispana— justifica ampliamente dicha apreciación.
Con estudios inconclusas de Arquitectura y después de publicar algunos versos y dibujos en su modesta y efímera revista “El Veraneante, a los veinte años de edad estrenó Crisis Económica, obra dramática que. a pesar de haber sido representada por Manuel Díaz de la Haza, no tuvo éxito. Era, en todo caso, el inicio de una carrera profesional en la que el autor escribiría más de cuarenta piezas, llegaría a muchos escenarios de diferentes países, ganaría premios y aplausos y se mantendría permanentemente en las carteleras.
Digamos, a modo de ejemplo, que La Serpiente fue estrenada en Buenos Aires a fines de 1919; se representó allí 359 veces, fue llevada a México y Cuba en 1923, y en 1926 a España, Francia y África del Norte; además, plagiada por el estadounidense Martín Brown, representada en inglés en Nueva York y llevada al cine con el título de La Cobra, con Rodolfo Valentino y Geraldine Farrar en el reparto.
Su propia vida proporcionó a Moock la temática más característica de sus obras mayores: el conflicto producido por el enfrentamiento entre la realidad personal, superior, y el ambiente mediocre, que siempre criticó acerbamente; la falta de recursos que impiden la realización de las aspiraciones naturales del hombre culto; la vida diaria de la clase media, con sus valores y sus limitaciones; y en otra línea también tomada de su realidad, los problemas de los artistas y bohemios, son situaciones que se desarrollan con sencillez y naturalidad, aunque a veces algo idealizadas.
Deambuló desde el inicio, y casi siempre, en el teatro de corte costumbrista, con algo de realismo y naturalismo, centrándose en la creación de tipos populares y de clase media urbanos, característica que se observaba ya en Isabel Sandoval, Modas (1915), pieza con la que se consagró en el ambiente teatral chileno. Ello se hizo evidente en Pueblecito (1917), obra clásica en los repertorios nacionales desde que la estrenó la compañía Báguena-Bührle y que recuerda en parte el estilo de los hermanos Álvarez Quintero; en M. Ferdinand Pontac (1922), cuyo protagonista tiene mucho de su propia realidad y que constituyó, al decir de muchos, su mayor acierto teatral, o en Mocosita o La Luna en el Pago (1929), pieza ganadora del Concurso Pérez, Claro y Cía. e inspirada por Rosa Scorti, quien sería luego su mujer.
La labor del dramaturgo fue incansable. Se sucedieron las obras, con algunos problemas de caracterización de personajes, lo que se suplía con la agilidad de los diálogos y el juego escénico. Se derivó después a un cosmopolitismo buscador de universalidad que, si bien se logró sólo en escasa medida, fue del agrado del público, con obras como La Serpiente, antes citada, o Rigoberto, estrenada en Buenos Aires en 1935 y ganadora del Premio Anual de Teatro de la Municipalidad de Santiago al año siguiente.
En 1919, en su deseo de acceder a ambientes más propicios y exigentes, inició una etapa de vida en Buenos Aires, que le trajo grandes satisfacciones artísticas. Y a partir de 1926, el Gobierno chileno, reconociendo sus méritos, le concedió cargos consulares en París, Roma, La Plata, Mendoza, Buenos Aires, Vigo y Barcelona, y de Adicto Cultural en Buenos Aires, cargo que desempeñó hasta el momento de su muerte. Todo ello no le impidió venir con frecuencia a Chile, para seguir estrenando sus composiciones dramáticas.
Larga es la lista de sus creaciones —entremeses, zarzuelas, sainetes, comedias, tragicomedias, dramas, títeres—, por lo que, además de las ya citadas, recordaremos solo las más relevantes, estrenadas siempre por las mejores compañías: Los Demonios (1917), Primer Premio en las Fiestas Estudiantiles de ese año; Un Negocio (1918), Los Siúticos (1919), Cuando venga el amor (1920), Rosa Espinoza (1921), Primer amor (1922), Un loco escribió este drama o La Odisea de Melitón Lamproclers (1923), Obra para títeres; El castigo de amar (1924), La fiesta del corazón (1925), traducidas al portugués; Canción de amor (1926), La señorita Charleston (1927), Del amor y del odio (1927), El mudo y yo no estamos de acuerdo (1928), Titulo representativo de su personalidad; La conspiración de los lobos o el duelo de las barcas (1929), Zarzuelas, Los amigos de don Juan (1932), El miedo de los pingüinos (1933), Cóctel (1934), Un crimen en mi pueblo (1936), La viuda de Zumárraga (1937), No dejan surgir al criollo (1938), Verdejo agradece (1939) y Algo triste que llaman amor, obra que obtuvo el primer Premio del Concurso del Consejo Nacional de Cultura Argentina y que fue su último estreno –el 27 de agosto de 1941-, hecho por la Compañía Nacional de Comedias en el Teatro Nacional de Buenos Aires. El año 2002, Juan Andrés Piña publicó algunas de sus obras en Teatro Selecto.
Pareciera suficiente, y aún mucho, pero no fue todo. Armando Moock incursionó también en la narrativa durante su juventud. Desde muy temprana edad, publicó cuentos en periódicos literarios y su novela “Pobrecitas” (1916) fue premiada en el Concurso Elena Olguín, publicada por Los diez en 1917 y traducida al italiano cuatro años después con el título Memorias de un gato romántico, subtítulo de la obra original. Aparecieron luego la novela Sol de Amor (1924); un volumen con las dos novelas citadas, más Aquellos ojos que fueron, publicada por Nacimento en 1924; y la novela autobiográfica Vida y milagro de un primer actor (1926), editada en París. Además, escribió dos radioteatros: El rosario y María de las Camelias, ambos en 1934, y el Monólogo radial Hüen dar que soy fatal, trasmitida en Chile en 1936 y, al año siguiente, en México. Durante sus estadías en Buenos Aires, colaboró en la prensa con numerosos artículos sobre costumbres chilenas y novelas cortas y cuentos, como “Del amor y del odio” u “Oro, incienso y mirra”. Cabe destacar mi Viejo a Santiago, publicado en el diario Bonaerense La Nación en 1941, con motivo del cuarto centenario de la Fundación de la Capital de Chile.
Historia de la Literatura Chilena, Maximino Fernández Fraile (2007)